-Ya están ahí otra vez - dijo Ug.
La luz de la hoguera producía reflejos verdosos en los ojos de los carroñeros. Ug podía ver las figuras peludas moviéndose, sin producir más ruido que algún gemido o bostezo ocasional.
-Mami, tengo miedo - dijo Zog.
-No te preocupes, solo quieren nuestras sobras - dijo Unga, aunque no pudo evitar una mirada de reojo cuando uno de los carroñeros se desperezó con un bostezo más ruidoso de lo apropiado.
-Estoy harta de ellos -dijo Unguita. Y antes de que nadie pensara en evitarlo, se levantó de su sitio junto a la hoguera, agarró una piedra del suelo y la lanzó con todas sus fuerzas contra los carroñeros. - ¡Largo de aquí!
La piedra pasó sin mayores daños por encima de las cabezas de los animales, pero solo uno de ellos salió corriendo.
Unguita volvió a sentarse.
Poco después, un cuerpo peludo se abrió paso entre el círculo de sus congéneres. Con paso lento pero decidido, se acercó a Unguita y dejó caer la piedra en su regazo.
La chica, sorprendida, soltó un pequeño grito. El animal se sentó y abrió la boca dejando salir la lengua.
Sin saber exactamente por qué lo hacía, Unguita alargó la mano y dejó que el carroñero le oliera los dedos. Luego la apoyó sobre la cabeza del animal y le rascó entre las orejas. Él cerró los ojos y se relamió.
Y fue entonces cuando Unguita pronunció la frase que cambió para siempre la historia de dos especies.
-¿Puedo quedármelo?
Esta historia comenzó hace 32000 años.
Aún no ha terminado.
Todo lo cual no deja de ser una excusa para poneros una foto de mi Quino, que habría sido el mejor "bretonet" del mundo si solo se hubiera molestado en aprender a nadar...
Miedo me da imaginarme cómo habría empezado la de los gatos. Seguramente por "Hm, estos monos sin pelo parecen dóciles, capaces de traernos comida y rascarnos las orejas. Serán buenos esclavos".
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