En aquellos remotos tiempos de mi trabajo en la oficina del DNI había tres cosas a las que una servidora de ustedes tenía pavor:
a) No encontrar la tarjeta (con la consiguiente creación de larguísimas colas de gente poniendo cara de dóberman rabioso con dolor de muelas) cuando me tocaba la mesa de entregas.
b) Que el sujeto al que le estaba haciendo el carnet resultara ser un terrorista buscado en veinte países diferentes (suele ocurrir, por algún extraño motivo, muchos delincuentes buscados no pueden vivir sin renovar su DNI).
c) Y, por último, la peor de las pesadillas, el ente que aterrorizaría al mismísimo Cthulhu, el engendro más peligroso de la madre naturaleza. ¿Y qué es eso? os deberíais estar preguntando: ¿El velociraptor? ¿El tiburón tigre? ¿La tarántula melanesia?
¡No! ¡La abuelita!
Bajo su apariencia dulce e inofensiva, la abuelita esconde una astucia y un talento para torear y enloquecer al funcionario más curtido dignos de los mismísimos Astérix y Obélix en "Las doce pruebas". La abuelita finge no comprender por qué no puedes aceptarle una foto de hace cuarenta años (¡Sólo pensáis en sacarnos dinero!), intenta colarte una fotocopia plastificada como carnet auténtico para que no te des cuenta de que en realidad estás haciendo una renovación por pérdida y no por cambio de domicilio, y regatea el precio del documento (¿No tenéis precio especial para pensionistas?).
Pero las peores eran aquellas a las que había que hacerles un "identifica". Un "identifica", explicado así por encima, es un correo electrónico que se envía a la central de Madrid con los datos de la persona, acompañados de la partida de nacimiento y el DNI viejo escaneados. Se suele hacer principalmente en dos casos:
a) Señor o señora que emigró al extranjero en los años cuarenta. En cuanto consiguió la documentación de su país de residencia ya no se molestó en renovarse la española. Algunos venían con carnets tamaño casi cuartilla rellenados a mano. Estos solían ser simpáticos, entendían que debían hacer unos trámites y les hacía tanta ilusión haber vuelto a casa que no se molestaban por tener que esperar un par de días.
b) Señor o señora (normalmente esto último) que se renovó el carnet en los años 80, justo antes de que se inventara el NIF, y luego, bueno, un día llovía, al otro tenía que ir a ver a su prima del pueblo, al otro hacían un programa muy bueno en la tele... total, que pasaron veinte años y cuando murió su marido y quiso cobrar la pensión de viudedad, en el banco le dijeron que con el carnet caducado no le daban ni un duro. Solían venir con prisa, cabreadas como monas y no entendían porque demonios teníamos que hacerlas esperar a que contestaran de Madrid. ¿No nos fiábamos de su palabra o qué?
Luego estaban los que tenían que cambiar de sexo. Y no me refiero solo a los transexuales, sino a las víctimas de funcionarios despistados que se han hecho un lío al marcar la casilla "sexo" y pusieron la equis en "M" pensando que significaba "Mujer" cuando en realidad significaba "Masculino", o, en casos más antiguos aún, que marcaron la "H" de "Hembra" creyendo que significaba "Hombre" (he visto los dos casos, echadle la culpa a los cambios del Reglamento del Registro Civil).
Y por último estaban los que solicitaban cambio de nombre o de apellido, porque lo habían cambiado ellos en el Registro Civil (preveo muchos "Izans" "Brhayans" y "Leidis" haciendo esto dentro de dieciocho años), porque un funcionario despistado había tecleado mal ("Ranón" en lugar de "Ramón") o porque, como en el caso de La abuelita que sabía demasiado... poco los despistados habían sido ellos.
Pues resulta que la abuelita en cuestión, al ir a hacer un trámite había descubierto que su verdadero nombre no era el que ella misma le había dicho al funcionario que le hizo su primer DNI. Pues, al parecer, en los primeros tiempos, los funcionarios se fiaban de la palabra de la gente... con catastróficos resultados.
La señora tenía un nombre compuesto, pongamos Esmeralda Esmerenciana (como Yaya Ceravieja en "Ritos Iguales"), pero como siempre la llamaban por el primero, no se había molestado en decirle el segundo a quien la había atendido. Así que vino a que se lo cambiáramos. Hasta aquí todo normal. Le pedimos lo habitual: el carnet antiguo, la partida de nacimiento y dos fotos.
Una partida de nacimiento moderna es apenas una ficha de personaje: nombre, apellidos, sexo, nombre de los padres, y fecha, hora y lugar de nacimiento, todo ello escrito a máquina o en mayúsculas, si es a mano. En cambio, una partida antigua es un culebrón escrito a mano con letra inglesa y pequeñita. Por ejemplo (los nombres y lugares mencionados a continuación son inventados. Si coinciden con alguna persona o localidad real, mis más sentidas disculpas):
Hoy, 24 de enero de 1921, se presenta en este Registro una hembra nacida el 14 de enero de 1921 a las siete de la mañana en Villarriba, hija legítima de Ataúlfo García García y Leovigilda Martínez Martínez, a la que se impone el nombre de Esmeralda Esmerenciana...
Os hacéis una idea, ¿no? Bien, pues al comparar la partida de nacimiento con el DNI viejo de la señora (lo que hizo aumentar mi miopía un par de dioptrías más), descubrí que, además de "olvidar" mencionar su segundo nombre, la señora:
a) No sabía el nombre de su madre. Leovigilda, para ella, había sido siempre Leovirginia.
b) Había retrasado un par de años su fecha de nacimiento.
c) Había aplicado literalmente el refrán "no de donde naces, sino de donde paces". Siempre digo que soy de Villabajo porque me crié allí, dijo con una sonrisita.
De modo que la señora vino a cambiarse el nombre y salió con casi toda su identidad modificada. Curiosamente, el único nombre que había recordado bien era el de su padre, y eso que ya los romanos decían lo de mater semper certa est.
Y mientras la veía marcharse, la mar de contenta con su tarjetita nueva y su sobre con la contraseña de la firma digital que no iba a utilizar en lo que le quedaba de vida (mira, algún día tengo que hablaros de eso también), respiré aliviada de saber que, sí, aunque a mi familia le parezca imposible, en este planeta hay gente muuuucho más despistada que yo.