lunes, 1 de julio de 2013

Sal y azufre

Estaba este mediodía mirando twitter y he encontrado un artículo que me ha despertado algunos recuerdos que he pensado que sería divertido compartir con mis lectores.

Se trata de este.

No sirve para ahuyentar a los perros, pero una vez sí que me sirvió para ahuyentar a un humano.




Era yo una recién llegada a este domicilio cuando el destino encarnado en mis vecinos me gastó una de las peores pasadas que se le pueden jugar a un español:

Me tocó ser la presidenta de la Comunidad de Propietarios.

Y no de cualquiera. De una Comunidad de Propietarios que tenía que demandar al Ayuntamiento por repetidas inundaciones en el subterráneo (recordadme que os cuente esa batallita un día de estos). Y en la que comenzaron a suceder Misteriosos Acontecimientos.

Os cuento: debajo de las viviendas tenemos un garaje. Al garaje se accede en ascensor, el cual está "encerrado" en un cuartito al que se accede por una puerta que siempre está cerrada y solo se puede abrir utilizando la llave.

Pues bien. Alguien comenzó a mearse en la pared de este cuartito. Alguien humano. Y de la altura de un hombre adulto. Porque a la altura que estaban las manchas de orina no podía haberlo hecho una mujer, y menos una niña.

La Comunidad se movilizó. Amenazamos con poner cámaras de vídeo para pillar al guarro in fraganti (ya sabéis, el pueblo ese donde se cometen todos los delitos). Un par de "maneguetes" intentaron la psicología inversa: llenar la puerta de anotaciones en tiza que decían: "Me meo porque soy un guarro" y otras cosas por el estilo, con la intención de que el elemento se delatara a si mismo. Se mencionó en todas las reuniones de la Comunidad. Se hicieron insinuaciones sobre la autoría que molestaron bastante a las personas que se consideró sospechosas.

Y terminamos poniendo azufre en el cuartito.

No sé si le avergonzó el azufre (que te llamen perro molesta un poquito, me parece), le asustó la amenaza de las cámaras o acabó operándose de la próstata. Pero después de que esparciéramos la diabólica sustancia por el suelo del cuartito, las meadas en la pared desaparecieron.


Para continuar, pongo en vuestro conocimiento la existencia de este maravilloso producto.

Sal. Sin química.

Os lo diré como a mi me lo enseñaron en clase de ¡glups! química en la escuela:

NaCl sin química. Cágate lorito.

Y mejor aún. Esta sal no contiene organismos genéticamente modificados. Y se quedan tan anchos.

La última vez que lo estudié, la sal era un mineral. ¡Los malditos minerales no tienen genes! ¡Solo los seres vivos tienen genes! Un mosquito tiene genes, tu geranio tiene genes. ¡La sal no tiene genes!

Pero bueno, como me ha dicho un tuitero...
Eso debe ser. De todas formas, aún prefiero la sal Maldon. De vez en cuando me meto un cristalito en la boca y lo chupo mientras hago la cena.

Y para finalizar con sentido del humor, os presento a mi nuevo concubino Jorin Umber. Mola casi tanto como mi héroe el Jon Nieve Rubio, al que todos deberíais conocer y admirar ya, malandrines. Cuidado, el vídeo se puede considerar spoiler. Vedlo bajo vuestra propia responsabilidad:



¡Porque ellos no se casan con nadie!

1 comentario:

  1. Todo lo que puedo decir es que si veo azufre por allí, imagino al diablo dando un paseíto.
    Uds tenían problemas con un vecino de vejiga diminuta?
    Aquí hay una legión. No hay árbol, muralla, banquito o piedra que no esté rociado con orines de procedencia humana. Si comenzaran a multar a los tipos que se alivian en la vía publica no tendríamos déficit fiscal. Y conste, que los interiores tampoco se salvan. Donde hay un ladrillo sobre otro, allí alguien irá a marcar su territorio
    Pero, me has dado una idea. Tal vez debería comprarme velas de azufre(ya que el polvo es tóxico) y hacer altares callejeros, a ver si eso no los espanta. eso, o verter en el sistema de agua de la comunidad un antidiurético.

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