Una experiencia paranormal.

Estoy pasando uno de mis dos catarros anuales y en estos momentos, entre la tos y el brillo del Letibalm en mi nariz, no soy una visión muy agradable. Aunque sí que estoy mejor que ayer (al menos esta noche he dormido).

Así que anoche, después de cenar, y cuando se terminó el partido, me dejé convencer por Señorpadre para ver una serie española (y aquí acabo de perder el poco prestigio que me quedaba, snif, si tuviera sentido del olfato podría oler mi carnet de gafapasta ardiendo).

Bien, la cosa es una especie de "Buffy" de bajísimo presupuesto, cambiando a los vampiros por una especie de cutredemonios que a los Winchester les durarían lo que un "purplenickle". Pero me llamó la atención que uno de los personajes acudiera a una ceremonia vudú. Y eso me hizo recordar la vez que casi fui a una.

Era un sábado por la tarde, y había quedado con Amigafashion para ir a tomar algo (lo que significaba un buen rato de charleta en un pastelería-cafetería y el resto de la tarde mirando escaparates). Pero resulta que en la calle por la que siempre pasábamos para ir al centro, estaban inaugurando una tienda esotérica.

Yo voy de vez en cuando a las tiendas de alimentos de régimen, pero nunca había entrado en una tienda que fuera solo "esotérica" (que una cosa es jugar a lo del vasito una vez para reírse y otra creérselo), así  que mi curiosidad (que es del tipo de la que mató al gato, le ató pesas en los pies y le tiró al río) y la promesa de copa y "canapeses" que ponía en el folleto de propaganda, me impulsó a entrar en la tienda en cuestión, arrastrando tras de mi a la pobre Amigafashion.

Craso error.

Así se  nos quedó la cara.

Lo primero que vimos fue al hombre. Estaba en pie en medio de la tienda, con los brazos en cruz, mientras una mujer con un enorme puro encendido le ahumaba como a un salmón noruego. Creo recordar que había más gente mirando la ceremonia y me parece que cantaban algo, pero no me dio tiempo a fijarlo en mi memoria porque Amigafashion me agarró del brazo y me sacó de la tienda a toda velocidad.



Así que no puedo contaros si al final se apareció el Barón Samedi o alguien interesante, o si sirvieron canapés de caimán. Lo que sí puedo contaros es que la tienda acabó sucumbiendo a la "maldición de la Calle San Vicente" (una fatal combinación de alquiler caro y poca clientela) y cerró. Actualmente, en el lugar donde estaba, hay una arrocería.



A ellas les habría encantado la experiencia.



Y esta es la experiencia más paranormal que he tenido en mi vida. Aún lamento haberme perdido los canapés de caimán.