Hace más o menos un año, Señorpadre descubrió el lugar ideal para pasear: El Paseo Marítimo del Grao de Burriana. Buena acera, no mucha gente, vistas al mar...
Claro, que en este descubrimiento también influyó el del bar donde sirven uno de los mejores cafés a este lado del Mediterráneo (el bar es cutre como él solo, pero ese café hay que beberlo para creérselo), pero no seamos malpensados.
Bien, era una tranquila tarde de septiembre cuando, andando por el Paseo, vi un bulto extraño que sobresalía de la verja de una villa.
Al acercarnos vi que el "bulto extraño" eran las patas y el morro de un perro labrador. Concretamente, de este bicho:
Y así pasa las tardes. |
A pesar de que en la puerta de la villa pone: "Cuidado con el perro", le di unas palmaditas en la cabeza, que él recibió de la forma habitual en su raza, o sea, completa indiferencia.
Pocos días después, cuando volvimos al paseo, a Señorpadre se le ocurrió darle al perro unas galletas caducadas que llevaba en la guantera. Desde entonces, el perro nos ama, nos adora y si pudiera nos compraría un loro. Sobre todo porque darle galletas al perro ya forma parte del paseo.
Yo solía bromear con la teoría de que seguro que no éramos los únicos que le dábamos galletas al bicho a través de la valla, pero el otro día mi teoría se confirmó de una forma bastante graciosa.
Me acercaba yo a la valla con las galletas en el bolsillo cuando vi venir dos señoras hacia el mismo lugar. Me aparté un poco porque no quería que se enterasen de "lo nuestro", pero entonces las señoras se acercaron al chucho, que enseguida enderezó las orejas y comenzó a mover la cola igual que nos hace a nosotros.
-¡Hola, cosita! -le dijo una.- ¡Te he traído un regalito!
Y el "regalito" consistía en galletas y huesos de chuleta de cordero. Casi me da un ataque de risa, no solo por el detalle de que llamaran "cosita" a un peazobicho de cincuenta kilos, sino porque mis sospechas se habían hecho realidad. En efecto, al menos la mitad de la gente que pasea por ese lugar, se detiene un momento a darle algo a "Cosita" o simplemente a tocarle la cabeza. ¡Nuestro "Cosita" nos pone los cuernos!
El jueves, cuando pasamos a visitarle, nos encontramos con que sus dueños habían regresado. Y encima, le habían atado bien lejos de la valla.
Me temo que "Cosita" el perro adúltero se va a pasar el verano a dieta. Bueno, mejor eso que una letra escarlata.