O podríamos llamarla, "Calentando motores para Todos los Santos", ya que la publiqué un 30 de octubre de 2005:
Supongo que tocaría comenzar esta entrada explicando el origen de Halloween, pero como seguro que todos lo habéis visto en las noticias, telecomedias y programas de la tele, a ellos os remito.
Ya sé que no faltará el purista que ponga el grito en el cielo y aúlle rasgándose las vestiduras: "¡Solo nos falta celebrar Acción de Gracias!" A esos les digo: Tranquilos, no llegaremos tan lejos. ¿Y por qué? Porque no sería negocio. Vamos a ver, esa fiesta consiste en que la familia se reúne, se comen un pavo y terminan todos discutiendo. Señores, eso en España se llama Navidad (y si no hay pavo ni besugo por el medio, se llama "domingo"). Y da más dinero que un miserable jueves de noviembre. Para empezar, nos hacen gastar como imbéciles aproximadamente desde el uno de noviembre. Pero ya hablaré de la Navidad cuando llegue el momento.
Ahora, voy a unirme a la tradición de contar una historia de miedo.O de algo parecido. Ambientada en el Mundodisco. Más o menos. ¡Leed y temblad! Bueno, no tembléis si no queréis, pero leedla, ¿vale?
CORAZONADAS
Desde que Ptsoriasis XIV, faraón de la Tercera Dinastía del Pequeño Reino Fluvial Aún Sin Nombre A Orillas del Djel, decidió romper con la antigua tradición que vinculaba al más famoso de los sentimientos con el hígado, su sustituto, el corazón, ha producido él solo más mala literatura que todos los demás músculos juntos.
Ya Lucius Truchus, poeta efebano que decía ser descendiente de un primo de Copolímero, dedicó tan apasionados y patéticos versos a la forma en que la visión de Lucilla Grunius Corocota aceleraba su pulso, que el emperador Livio Melonio, esposo de la susodicha, lo hizo ejecutar y, disfrazado de Tupido (1), practicó el tiro al blanco con el corazón del poeta, arrancado de su pecho mientras aún latía. Antes de morir a manos de sus pretorianos (2), Melonio declaró que aquel era el único de sus crímenes del que no se arrepentía.
En épocas posteriores proliferaron los casos de corazones ofrecidos de forma más o menos simbólica por los enamorados a sus damas. Célebre es el de aquel trovador de Sto Helit, cuyo envío fue interceptado por el Duque, el cual lo hizo guisar sofrito con cebolla y vino blanco y servírselo a la duquesa, su destinataria, la cual, tras alabarlo encarecidamente, al enterarse de sus ingredientes se convirtió en uno de los primeros casos registrados de fallecimiento por huelga de hambre (3).
Pero sin duda el caso más curioso lo protagonizó un tal Don Frenadol de Franconia, audaz y precoz aventurero, huésped de honor de todos los reyes y emperadores del Disco (4) y presa codiciada de todas las damas (5), menos de la única por la que él desfallecía. Don Frenadol murió al clavarse su propia lanza de forma inexplicable (6) mientras luchaba con el ejército de Olaf IV de Tarteria contra los invasores bárbaros (7). El día anterior había hecho jurar a su fiel escudero que, en tal caso le arrancaría el corazón y se lo llevaría a su dama, y el escudero, leal y lacrimoso (8), saló el corazón de su difunto amo para que no se estropease, lo metió en su bolsa y partió rumbo al castillo de la dama.
Pero en su camino encontró algo que no esperaba.
Ankh-Morpork, la reina de las ciudades (9) , celebraba una de sus fiestas locales. Representantes de los gremios, vestidos con sus mejores galas, desfilaban entre aplausos y banderitas agitadas. El Patricio sonreía desde su tribuna, o al menos eso era lo que querían creer los espectadores.
-¿Empanadas, señor? ¡Ricas empanadas de carnero, dos por un euro, y voy a la ruina!
El escudero apartó su mirada del desfile para clavarla en el hombrecillo con cara de rata que agitaba tentadoramente aquello que llamaba empanada ante su nariz. El aroma era lo más provocativo que había olido nunca el buen escudero. Había oído hablar de las doncellas morenas y de ojos verdes que esperaban en el otro mundo a los klachtianos que habían sido buenos para servirles café y pasteles, y siempre había imaginado que debían oler por lo menos tan bien como aquella empanada.
Antes de que su mente pudiera poner objeciones (como por ejemplo, por qué tan sugestivas empanadas ostentaban aquel tenue tono verdoso fosforescente), la mano del escudero iba en busca de su bolsa para invertir parte de sus ahorros en un futuro dolor de estómago. Y comprobó que no todos los miembros del Gremio de los Ladrones habían participado en el desfile.
*****
El sargento Colon, de la Guardia Nocturna, tampoco había participado en el desfile. Alguien tenía que quedarse en el Yard, le había dicho el Capitán Vimes, por si entraban a robar. A Colon le había parecido una excusa patética, pero él y el Bibliotecario de la Universidad Invisible habían organizado una timba con otros deshechos de la sociedad y mientras no faltasen el alcohol, el tabaco y la buena suerte, Colon no echaría de menos ningún desfile.
-¡Oook!
-¿Porke otra vez? ¡Qué suerte tiene el muy mon... simio!
-¡Eh, Colon, en la puerta hay alguien!
-¡Oook!
-Vengo a denunciar un robo -dijo el escudero de Don Frenadol, muy serio, tratando de no mirar demasiado fijamente al orangután por si se molestaba (10) .
Y, antes de que nadie pudiera impedirlo, describió con todo detalle la bolsa y su contenido.
-Bien, bien, no se preocupe -dijo Colon, alegrándose de que Zanahoria estuviera en el desfile y no pudiera insistir en que se cumpliera el procedimiento y eso-, ya le mandaremos una paloma mensajera cuando atrapemos al ladrón.
-Pero el corazón de mi amo...
-No se preocupe por eso, hombre. Tómese un trago a la salud de la Guardia y del Gremio de Ladrones. Ya le contaremos lo que averigüemos, ¿de acuerdo?
Y, antes de que nadie protestara, le llenó las manos al escudero con las ganancias del Bibliotecario y le empujó fuera.
-Bueno -dijo-, ¿por dónde íbamos?
-¡Oook!
-Oye, no te lo tomes así, ¿no has visto que el pobre está como una cabra?
*****
Otros escuderos hubieran considerado una cuestión de honor buscar el corazón de su amo dondequiera que estuviera. Otros escuderos hubieran regresado al castillo y le habrían contado a la dama lo ocurrido con el susodicho órgano. Pero otros escuderos nunca habían tenido en las manos tanto dinero como el de Don Frenadol de Franconia. Y esos otros escuderos tampoco estaban en los muelles de Ankh-Morpork viendo un barco que estaba a punto de zarpar hacia Klatch en un viaje sin escalas.
El escudero de Don Frenadol pensó que por él, al corazón de su amo podían darle por los triglicéridos. Él se iba a buscar una doncella morena de ojos verdes.
Con un poco de suerte, hasta le daría café.
*****
-¿Y dice que es un plato típico de dónde?
-Lecteria, lord Vetinari, Lecteria.
-Pues a mí me recuerda a un corazón. -Es justamente eso, señor. El corazón de un ganso silvestre de Lecteria, macerado en una exótica mezcla de hierbas autóctonas que...
-Un poco grande, para ser de un ganso.
-Los gansos de Lecteria son famosos por su tamaño. Y mi proveedor asegura que este ganso era de primera.
El Patricio probó un bocadito del plato y arrugó la nariz. Galletas le miraba esperanzado desde debajo de su mesa, pero el Patricio no creía en la crueldad innecesaria (bueno, solo con los mimos).
-¿No se han pasado un poco con la sal?
El Cocinero Jefe negó enérgicamente con la cabeza.
-El plato es así, señor. ¿Le apetece un poco de Chianti?
Notas al pie (tradición mundodisquiana que todos debemos respetar si no queremos perder nuestras lipasas):
1 - Dios efebano del amor y actividades relacionadas, llamado así porque en lugar de una venda, se cubre toda la cara con un tupido velo. Los investigadores aún se preguntan por qué es lo único que lleva cubierto.
2 - Lo de "manos" es una forma de hablar, claro. Se dice que algunos no utilizaron las manos.
3 - Otra versión de la historia dice que se convirtió al vegetarianismo, perdió toda la grasa superflua que afeaba su silueta y terminó fugándose con un campeón de lucha libre.
4 - Menos de unos trescientos cuarenta que nunca habían oído hablar de él.
5 - Véase nota anterior.
6 - Más inexplicable todavía por el hecho de que Don Frenadol se clavó la lanza en un lugar que todos decían que era incapaz de encontrarse él solo ni utilizando las dos manos.
7 - Es decir, más bárbaros que los tarterienses.
8 - Siempre había sido alérgico al polvo y no soportaba la sangre.
9 - La clase de Reina que hace que los súbditos pregunten si las guillotinas están bien afiladas, pero una Reina al fin y al cabo.
10 - Además, le recordaba un poco al Rey Olaf. A veces, la genética es así.
Y mañana, ¡más terror todavía!
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