Publicado originalmente el 24 de junio de 2005. Es curioso, esta entrada es lo que luego supe que se llama MSTesteo, pero cuando la escribí ni siquiera sabía que existía esa palabra.
Confieso, confieso. He leído muchos libros malos. Por ejemplo, cuando era veinteañera me leí toda la colección de "Literatura fantástica" de Te Timo Más, acompañada de sus respectivos fascículos, de venta en su kiosko más próximo. Y no pienso pedir disculpas por ello. El friki que nunca haya leído una dragonada que tire el primer Orbe.
Pero probablemente lo peor que he leído en mi vida sea un cuento de "terror" (con muchas más comillas de las que caben aquí) llamado (si estáis de pie, sentaos, si estáis en público procurad no reíros muy alto):
¡¡¡¡¡LA PRINCESA DE LIPNO O EL RETRETE DEL PLACER CRIMINAL!!!!!
Aparece en la antología de cuentos de terror de Rafael Llopis, que me compré hace tropecientos años porque tenía dos cuentos de Poe (sí, en aquellos tiempos yo era así de fanática). El antologista nos aclara que en la época en la que fue escrito el engen... digo, el relato, "retrete" tenía el significado de "gabinete íntimo", o sea, para aclararnos, una salita de estar. Pero leído actualmente, el cachondeo a costa del título está asegurado.
Añade Llopis una breve biografía del criminal contra la literatura que lo perpetró:
Agustín Pérez Zaragoza: Oscuro escritor romántico que debió nacer alrededor de 1800. No he conseguido hallar datos biográficos suyos en parte alguna. José F. Montesinos dice de él: "El tal Zaragoza debía de ser uno de aquellos galeotes de la pluma que hacían cualquier cosa".
De su obra más célebre: "Galería fúnebre de espectros y sombras ensangrentadas", sale pues este... este... este... bueno, sale esto.
La acción se desarrolla en Rusia. El malo es el conde Dourlinski. ¿Cómo sabemos que es el malo? Porque Agustín nos lo dice. Al menos una vez en cada página.
Página uno: La naturaleza, en medio de un físico tan interesante (pues unas líneas antes se nos ha descrito al conde como un tío supermacizo) había colocado una alma (sí, así es como está escrito, ¿cacofonía? ¿Qué es eso?) la más negra, un carácter el más feroz, y su maldad era tanto más peligrosa para las mujeres cuanto que era sostenida por el talento.
Página dos: Sin embargo, este monstruo con faz de sirena...
Página tres: reunidos en un hombre solo todos los crímenes...
Ya podéis haceros una idea.
La heroína tiene el rusísimo nombre de Elvira, y su criada (porque toda heroína de historia de terror gótica debe tener una fiel criada) es italiana y se llama Narcisa. No tengo ni idea de por qué la criada es italiana, para lo que hace e interviene en la trama, daría lo mismo que fuera klatchtiana. En las cuatro frases que llega a decir antes de que la maten, no suelta ni un "mamma mía", ni un "santa madonna", y eso que tiene motivos.
El argumento es una sarta de incoherencias, exageraciones y cosas traídas por los pelos de principio a fin. Es como una de esas películas gore que dan más risa que miedo. Empieza informándonos de la maldad del conde, nos dice que era ya sordamente acusado por la opinión general de haber envenenado secretamente a su primera esposa y a su madre, de haber hecho asesinar a su padre en la guerra (...) y de ser el jefe, el alma (observad que ahora lo ha escrito bien) y el principal de una banda de malvados, cuya cueva o guarida existía misteriosamente en el centro del bosque de Sombrouski (observad qué sutil el nombre del bosque).
Sin embargo, este terrible sujeto se las apaña para conquistar a la princesa, Zaragoza dice que hablará rápidamente sobre los medios de los que se valió para conseguirlo, lo cual agradece el lector. Y unas líneas más abajo, una vez dejada la chica en el siniestro castillo a merced de su verdugo, su asesino, así como una tierna paloma inútilmente agachada bajo la hierba se ve amenazada por la garras de un feroz gavilán (aquí se nota que el tío no tiene ni idea de pájaros, las que hacen eso son las perdices, no las palomas) dice que ¿cómo podía sospechar que el conde, hombre generalmente estimado, fuese un malhechor, un asesino? Hombre, pues escuchando a todos los rusos que lo acusaban sordamente una página antes.
Bueno, pues ahora empiezan los problemas de la chica. Misteriosos ruidos nocturnos, gemidos subterráneos, olores extraños, como a cadáver, su dormitorio que parece una jaula... Y llega uno de los momentos cumbres de los disparates de este engendro: Una noche en que el conde ha salido, dice él, de caza, la chica se queda sola en su habitación, y la condesa, desfallecida al ver cosas tan terribles, sucumbe al principio a su dolor: su seno, violentamente agitado, no puede contener la turbación que lo oprime, y parece querer lanzarse del corsé que lo oprime.
Esta frase dice mucho del autor. Concretamente, dice que o se acostaba con mujeres muy raras o nunca cató hembra. ¿El corsé que lo oprime? ¿Esa chica estaba durmiendo con el corsé puesto? ¿No llevó muy lejos lo de "nobleza obliga"? Una no puede evitar imaginarse al tal Zaragoza, poniéndose como una moto (o su equivalente decimonónico) al imaginarse las tetas de la condesa subiendo y bajando "violentamente agitadas", y pensando que sus lectores se pondrán igual que él en lugar de reírse.
Al día siguiente, vuelve el malvado marido, le regala un aderezo de brillantes, y luego la lleva a su retrete, donde, como un amante esposo, la prodigó aparentemente las señales más afectuosas de un amor legítimo. Aquí Don Agustín se había puesto tan como una moto que ni siquiera debió darse cuenta del flagrante laísmo que había perpetrado. Pero cuando él se va, la criada italiana descubre que las cerraduras del estuche están forzadas y que las joyas estaban cubiertas de sangre. Sangre que, un día después aún no se ha secado y un grueso rubí cubierto de ella, habiéndose caído sobre el vestido de la condesa, lo salpicó por muchos parajes. ¡Y la condesa, el día antes, ni había visto la sangre! Claro, estaba tan obnubilada con las señales afectuosas del amor legítimo.... Que el que uno sea un psicópata parricida no significa que no pueda ser bueno en el catre... o en el retrete.
Otra escena memorable: Son las diez de la noche en el mes de noviembre, en medio de la Rusia asiática, cerca de un siniestro bosque, y naturalmente, sin alumbrado, que no veo yo al alcalde de Sombrowski poniendo farolas en el bosque. Pues algunos moscovitas envueltos en pieles eran los únicos mortales que se veían a lo lejos, y algunas aves de rapiña hambrientas y deseosas de presa aumentaban de cuando en cuando el pavor y la monotonía de aquel triste cuadro. Vamos a ver, ¿qué hacen esos "moscovitas" tan lejos de su casa? ¿Qué son esas aves de rapiña? Porque a esas horas yo diría que búhos o lechuzas, pero, ¿de verdad da tanto miedo una lechuza? Y sobre todo, ¿cómo puede verlos "a lo lejos" esa chica en una noche de noviembre? ¿Tiene visión de infrarrojos? ¿Salía alguna vez de noche el señor Zaragoza, con alguna de sus amantes encorsetadas? ¡Grandes misterios de la historia de la humanidad!
Esa misma noche, se precipitan los acontecimientos. La condesa va a buscar su arpa para entretenerse un rato tocando (ejem) y entonces ve a través de una lluvia de nieve dos cadáveres mutilados que, colgados de unas garruchas, se estaban bamboleando junto a las rejas de la torre izquierda del castillo. Vale, tío, o sea, que es una noche de noviembre y nieva. Pero la superheroína, con su visión de rayos infrarrojos, puede ver a los cadáveres bamboleándose, incluso se da cuenta de que uno es una mujer. Pero no acaban ahí los sustos, la italiana llega gritando y diciendo que los malos acaban de cargarse al escudero que las acompañaba, todo ello sin soltar una sola palabra en su idioma. Ya lo he dicho antes, para lo que influye la nacionalidad de la chica en la acción, lo mismo podía ser de Lancre.
Y entonces, Elvira, reuniendo todas sus fuerzas, toma una luz, y demostrando esta vez un valor superior a su sexo (porque ya sabemos que las mujeres somos todas unas cobardicas, mirad si no lo bien que aguantan los hombres los dolores del parto), producido por el mismo exceso de su desesperación, se dirigió a la arca de nácar (de cuya existencia nos enteramos ahora mismo), se apoderó de un par de pistolas y de dos ricos puñales que había visto en ella (y que el malvado conde debía haber tenido la precaución de dejar allí por si su esposa quería matar a alguien), las reparte con Narcisa y le suelta un discurso sobre lo bonita que es la virtud y lo mucho que Dios la ayuda (ejem), ante lo cual la italiana se emociona tanto que decide morir por su ama si es preciso. Y luego, hacen una barricada y Elvira, con una previsión digna de su casto pudor, envuelve también su cintura con mucha tela, hace una salvaguardia a su honor, se defiende contra su profanación, y en este estado espera que el rigor del destino provoque su valor por nuevas pruebas de iniquidad.
O sea, que don Agustín piensa que después de la escenita del retrete, a Elvira le queda honor que profanar. Y ella, corriendo peligro de muerte, lo único que piensa es en su honor, como si el psicópata del marido no pudiera arrancarle la tela a cuchillazos, o a mordiscos si es preciso (seguro que esta escena también ponía como una moto al bueno del señor Zaragoza).
Pero a pesar de sus precauciones, el malvado Dourlinski consigue entrar en la habitación por una trampilla en el suelo, tirar a los pies de la chica la cabeza de su padre y soltarle un discurso en el que le explica que ha hecho todo eso y que va a matarla porque su familia era de las que más murmuraban sobre si él había matado o no a su anterior esposa y a su madre (entonces, ¡por el gran Om! ¿cómo dejaron que la hija se casara con él? ¿Es que los rusos decimonónicos no tenían cerebro?). Y entonces ella, en un valeroso arrebato, le suelta un discurso que termina así: Toma, hiere, aquí tienes mi pecho, arráncame la vida y no ultrajes a tus desventuradas e inocentes víctimas, haciéndolas caer con tan redoblados golpes antes que con tu puñal homicida. La obsesión de Zaragoza con el pecho creo que debe tener nombre en algún manual de psiquiatría. Y ahora es cuando la italiana es asesinada y la chica llevada al retrete del placer criminal, donde la encierran mientras los bandidos se regalan una opípara cena y lamentan haber matado a la italiana porque podía haberles alegrado la cena, a lo que uno contesta que para él no es raro darse una alegría al cuerpo con alguna "macarena" muerta...
Encerrada en el mortífero retrete, Elvira se pone a rezar: Sí, soy insensible a la muerte, pero que no sea profanada mi virtud en este día (no se lo cree ni ella). Y entonces, empiezan los milagros. El eco le devuelve sus palabras de una forma que ella no puede interpretar más que como esperanzadora (lo cual demuestra mucha imaginación por parte de ella y poca por parte del autor). Animada, se pone a explorar el retrete carnívoro del placer criminal, y ¡oh, milagro! descubre una notita que la informa de la existencia de una escalera secreta debajo del canapé carmesí. La intrépida dama baja por la escalera, sale al bosque, y se encuentra nada menos que a su madre y dos escuadrones de caballería (la caballería siempre llega a tiempo) que iban a rescatarla. La caballería ataca el castillo y los malos mueren. Y resulta que el que le había dejado las notitas para que escapase era uno de los bandidos que en realidad trabajaba para la policía, y al que ni siquiera se había mencionado hasta aquel momento.
Ignoro si este buen hombre vendió muchos ejemplares de su "Galería fúnebre", pero creo que este terrorífico relato solo es superado por el mismísimo "Ojo de Argón".
¡Joder qué pestiño! Eso no lo salvaba ni Roger Corman.
ResponderEliminarBueno, el anterior comentario se perdió en el laberinto del "Service Unavailable", así que me limitaré a confirmar que ha sido un acierto rescatar esta entrada ¡Lo que me he reído con el retrete! (y con el resto).
ResponderEliminarAhora, lo de mala...bueno, a mí en su día me encantaban las películas de Lucio Fulci.
Lo peor no es ya lo tontorrón del argumento, con ese "deux ex machina" sacadísimo de la manga. Lo peor es ese estilo narrativo de melodrama barato, por no hablar de la gramática creativa. Una película lo mejoraría, más que nada porque allí no "oiríamos" la voz del narrador. Y lo "peorísimo" de todo es que es sobre todo por culpa de engendros como éste, que el género fantástico y el terror están tan mal considerados en España.
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