martes, 23 de agosto de 2011

Tonta ella y tonto él.

Y supongo que mis lectores españoles ya habrán adivinado el asunto de esta entrada. El dicho es cruel, pero en este caso está bien aplicado. Porque, señoras y señores, esta es la historia de dos enamorados que murieron trágicamente porque él no supo contar.

Allá por los principios del Siglo XIII, cuando Teruel estaba prácticamente recién fundada, vivían en la ciudad dos nobles familias: los Segura y los Marsilla. Bueno, en realidad vivía más gente, pero estos son los relevantes para esta historia.

Isabel era la hija y heredera de los Segura, que eran gente de pasta. Diego era el hijo pequeño de los Marsilla, familia no menos rica y noble que la anterior, pero por el especial sistema hereditario del antiguo Reino de Aragón (básicamente: el hijo mayor lo hereda todo y los demás que se jodan busquen la vida) el bueno de Diego no era un buen partido para una heredera.

Y ese era el problema, que los dos jovencitos estaban enamorados y dispuestos a casarse como fuera. Así que Diego decidió irse a la guerra (de eso no faltaba en aquellos tiempos) a hacer fortuna y tal vez conseguir hasta un castillo propio.

-Amorcito - le dijo a Isabel antes de marcharse.- Si en cinco años no he vuelto será que la he palmado y puedes casarte con otro.

-¡Antes me hago carmelita descalza! - juró ella sin tener en cuenta que esta orden todavía no se había reformado.

Así que Diego partió hacia la gloria y la fortuna. Se dice que estuvo en las Navas de Tolosa, con tan mala suerte que lo capturaron los sarracenos. Hay rumores sobre sultanas ninfómanas y vengativas, pero eso se añadió a posteriori.


San Jorge, patrón de Aragón, matando una lagartija.

El caso fue que entre batallitas, prisiones, sultanas y demás, casi pasaron los cinco años. Así que Diego cogió sus ganancias, montó en su suponemos que brioso caballo y cogió la carretera de Teruel. Tuvo suerte de que la Guardia Civil de Tráfico todavía no existiera y no pudiese tenderle sus célebres emboscadas para multar incautos.


Dicen que entró por aquí.
Pero entre tanto, la vida de Isabel había seguido. Y una vez hubo partido su novio, los padres comenzaron a darle la lata. Que si ese chico nunca llegará a nada en la vida, que si se te va a pasar el arroz, que si mira que guapo y qué simpático es el Señor de Albarracín, que le sienta la armadura mejor que a Richard Madden...

Y ella, como buena mañica, cabezona en que no, que había prometido esperar cinco años y esperaría los cinco años.

Pero claro, en cuanto se cumplieron los cinco años ya no tuvo excusa.

-Vale, papis, mañana me caso con el Albaicín ese...

Y justo cuando salía de la iglesia del brazo de su recién marido, adivinad quién apareció.

-Isa, dime que esto no es lo que parece...

-¿Pero tú no te habías muerto?

-¿Y tú no ibas a esperarme cinco años o meterte monja?

-¡Los cinco años se cumplieron ayer, so acémila! ¡Cuando el plazo es por años se cuenta de fecha a fecha, no desde el día siguiente!

-Mierda. Voy a tener que exiliarme, porque no voy a poder soportar vivir aquí y verte casada con este elemento. Dame un besito de despedida.

-Ni lo sueñes, singermornings. Soy una dama casada y decente y no voy por ahí besando a ex-novios.

Y entonces, Diego cayó muerto del disgusto.

Los familiares del pobre chico organizaron un funeral por la vía rápida. Y en pleno funeral, apareció una misteriosa mujer cubierta por un velo, se acercó al cadáver que estaba allí de cuerpo presente, le besó y se murió.


Como habréis adivinado, la Dama Misteriosa era Isabel, a la que le habían entrado de repente remordimientos de conciencia.

Hasta aquí la leyenda, pero la historia continúa.

Porque en el siglo XVI, restaurando una capilla de la Iglesia de San Pedro, se hallaron dos cadáveres momificados emparedados en la susodicha capilla. La gente no se extrañó demasiado, el clima de Teruel es muy propicio a la momificación (sus jamones gozan de justa fama en toda España). Pero al ver que las momias eran de un hombre y una mujer jóvenes vestidos como en la Edad Media, que al examinar el cuerpo no se hallaron huellas de muerte violenta (heridas, estrangulamiento, veneno...) y sobre todo que la capilla en cuestión pertenecía a la familia Marsilla, las autoridades, sin cortarse un pelo, declararon que aquellas dos momias eran Diego e Isabel.

De modo que les metieron en este templete, de pie y protegidos solo por unas cortinitas:



Hasta 1955 no se les construyó unos sarcófagos en condiciones, obra de Juan de Ávalos. Las manos de las dos estatuas no llegan a tocarse, como símbolo de que los pobres nunca pudieron llegar a estar juntos. Las momias están, todas ajamonadas, en la parte cuadrada, donde están los escudos de las familias. Si tienes buena vista, puedes agacharte y verlas, aunque está prohibido tomarles fotos.


Sobre ellos, puede verse este bonito techo:


Por una puertecita al lado de los sarcófagos se llega al claustro de la iglesia de San Pedro, el mejor conservado de la época en Aragón, aunque sufrió una restauración un tanto "creativa" durante la época modernista. En una restauración posterior, se encontró este otro sarcófago:


Aún no se han atrevido a abrirlo, así que no se sabe quién está enterrado dentro. En mi opinión era alguien muy supersticioso o muy aficionado a los caballos, mirad si no cuánta herradura hay ahí a la derecha. Según la guía turística, quién sabe, igual dentro hay otra pareja de amantes...

Vale, me habéis pillado. En realidad todo este rollo solo es una excusa para enseñaros las fotos de mi excursión a Teruel. Y no creáis que os las he enseñado todas.

2 comentarios:

  1. Según cuentan los turolenses, en los sarcófagos no están Diego e Isabel, sino dos guardias civiles muertos durante la Guerra Civil... no sé que historia me gusta más xD
    Espero que disfrutaras de la ciudad dónde pasé mi infancia, que uno no es turolense, pero haber vivido la infancia allí marca ;-)

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  2. Lo cierto es que ese "hallazgo" de las momias me pareció bastante sospechoso cuando lo contó la guía turística en la iglesia, pero si en Verona se forran enseñando a los turistas "el balcón de Julieta" (que creo que se añadió a esa casa allá por el siglo XIX), los de Teruel tienen derecho a enseñar dos momias y decir que son los Amantes. ¿Quedará algún descendiente de las dos familias para hacerles la prueba del ADN?

    La ciudad no la conocía, aunque he "pateado" bastante la provincia. No me la esperaba tan "rompepiernas", pero en cuanto en un lugar hay algo que ver que tenga más de cien años, yo ya disfruto. Lástima que arrastrando a mi padre y sus pies hinchables no se pueda ir en condiciones a ningún sitio

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