lunes, 31 de octubre de 2011

La noche que asusté a Freddy Kruger (y a tres vascos)

¡Ostres, ostres, ostres! ¡Que mañana es "Tóssantos" y yo no he hecho este año mi "Semana del terror"!

Nada, nada, a subsanar el descuido. Este año toca una de mis batallitas, verídica como todas.

Existe un momento en la vida de cada persona en la que su pandilla de amigos se disuelve. Unos se casan, otros se van a vivir fuera, algunas se meten a monjas... el resultado es que la pandilla de diez amigas que solía salir por ahí se convierte en dos tristes que ponen cara de pena mientras toman café y deciden qué mala comedia romántica van a ir a ver esa tarde.

En esta dramática situación nos encontrábamos varias chicas de mi santa ciudad, cuando para empeorar nuestra tristeza se acercaban las vacaciones de Semana Santa. Así que, hartas de hacer el panoli, varios "restos de serie" decidimos juntarnos, formar una megapandilla y marcharnos juntas de vacaciones a una villita en una localidad turística cerca de Benidorm.

Los dos primeros días fueron muy divertidos. Visitamos varios hermosos parajes naturales, casi nos despeñamos en el Peñón de Ifach...Pero el plato fuerte iba a ser el sábado por la noche. Cena medieval y paseo por el túnel del terror en el castillo del Conde de Alfàs.

Bueno, la cena no estuvo mal, pero medieval lo que se dice medieval... yo diría que en la Edad Media no se comían patatas fritas con el pollo. Lo único medieval allí era la ausencia de cubiertos y servilletas (había que limpiarse los dedos en los cacharritos de agua con limón). Solo faltaba un asesinato en la mesa para que Leonardo hubiera estado muy contento. Aunque en mi opinión, faltó realismo en los combates a espada del torneo. No les habría costado mucho agenciarse unas cuantas espadas de esas que se utilizan en el cine para que pareciera que se clavaban de verdad, en lugar de tener que meterlas entre el brazo y el costado, no sé si me explico...

Pero bueno, una vez terminada la cena y el torneo, con la barriga llena de comida y (ojo, que esto es importante) sangría, nos dirigimos al auténtico plato fuerte de la noche...


¡¡El túnel del terror!!

Mientras esperábamos tomando unas copas en la discoteca conocimos a tres chicos. Eran de San Sebastián, creo recordar, y alucinaron en colores al ver tanta chica junta. Claro que entonces aún no se emitía "Vaya Semanita", y en el resto de España no sabíamos lo traumatizados que están los vascos con la cosa sexual... O más bien con la ausencia de ella. Sorprendidos, llegaron a preguntarnos si éramos "de un colectivo" (lo que me temo que quería decir si éramos lesbianas), y se sorprendieron más aún al saber que nos conocíamos todas del cole.

No sé si por ganas de "pillar", por curiosidad antropológica o por aburrimiento, se nos "adosaron". Y así, estando de charleta, llegó la hora de meternos en...

¡¡El túnel del terroorrrr!!

Nos recibió un fraile de expresión austerohierática (toma palabreja, a la altura del tenuelánguida del que igual os hablo un día) que nos dio las instrucciones: no os separéis del grupo, no miréis atrás...

-Y no les déis de comer después de medianoche - dijimos mi litro de sangría y yo, lo que fue respondido con una mirada del fraile digna de un profesor de procesal vigilando en un examen.

- ¿Quién irá delante? -preguntó.

Y entonces, mis amigas, con un valor digno de la mismísima Eowyn delante del mismísimo Rey Brujo, como una sola e intrépida mujer perteneciente a un colectivo...

Dieron un paso atrás y me dejaron sola en medio del recibidor.

Cabronas.

-Vale, iré yo... -dije con una flema digna del mismísimo Edd Tollett.

Y allá fuimos, dentro del túnel, por este orden: yo, los tres vascos y luego mi "intrépido" grupo de malditascobardesgallinascapitanasdesardinas amigas. 

Recuerdo que pasamos por delante de un ataúd. Me decepcionó mucho que no se abriera la tapa y saliera un vampiro. Pensé que no les hubiera costado nada poner un artefacto de relojería para que se abriese a intervalos regulares con un ruidillo escalofriante (ser hija de mecánico es lo que tiene), luego seguimos adelante. Había telarañas que nos rozaban la cara, la luz era apenas suficiente para que no nos la pegáramos contra las paredes... De vez en cuando se oían gritos escalofriantes o ruidos de cadenas. Y, también de vez en cuando, oía a los vascos murmurar:

-¡Qué cojones tiene esta tía!

Y entonces, apareció él.


Con sus cuchillas en las manos y dando un grito que se suponía que debía aterrorizarme.

Y entonces, abrí los brazos como si acabase de encontrarme con un amigo de toda la vida, y exclamé emocionada:

-¡¡¡Freeedyyyy!!

Creo que ese pobre actor aún se está acordando de mis muertos. Le vi poner cara de "Etatiataloca" mientras se quedaba con los brazos en alto como si se estuviera pensando si valía la pena perder su empleo por matarme de verdad y fingir que había sido un accidente.

Mientras, los vascos seguían haciendo elogiosos (aunque anatómicamente incorrectos) comentarios sobre mis gónadas...

Lo malo es que luego apareció el tío de la matanza de Texas, y entonces pasé miedo de verdad porque los vascos se asustaron con el ruido de la sierra eléctrica y casi me tiran por las escaleras de salida.

Pero la experiencia más terrorífica de los intrépidos norteños aún estaba por llegar. Les propusimos si querían venir en nuestro coche a terminar la fiesta en Benidorm...

Ni el mismísimo Drácula y todas sus esposas que hubieran aparecido en aquel momento les habrían hecho tanta impresión. Lo que un valenciano se habría tomado con toda la naturalidad del mundo, para aquellos chicos debía ser lo más extraordinario que les había ocurrido en la vida. Me temo que ya se veían violados y asesinados por doce ninfómanas sin piedad.

Os lo aseguro, queridos lectores: pude ver cómo goterones de sudor corrían por la nuca del norteño al que le había tocado viajar en el mismo coche que yo, mientras murmuraba con la expresión maravillada de quien ve un hada por primera vez:

-¡Cinco chicas! ¡¡¡Cinco chicas!!!

El resto de la noche transcurrió sin mayores incidentes, aparte de la resaca y el dolor de pies que sufrimos al día siguiente.

Pero estoy segura de que Freddy y los tres vascos me recuerdan como yo a ellos. Más concretamente, casi seguro que Freddy se acuerda de mí, y también de mis antepasados...

4 comentarios:

  1. Me he reído un montón. A mí también me han escogido alguna vez para ir delante en el grupo, pero creo que no me lo pasé tan bien como tú.

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  2. Si mañana subes entrada, exigimos vídeo con el Rascayu, como debe ser. Más que nada, porque ya me he encontrado el viernes con varios enanos disfrazados y pidiendo caramelos..

    Por lo demás, no me extraña que el resto del mundo sea normal o aburrido: ¡Es que te quedas tú todas las situaciones raras! (bueno, y yo unas cuantas...Un día tendré que armarme de valor y hablar del pasaje del Terror que organizan todos los veranos en el pueblo de al lado)

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  3. Copepodo: La sangría ayudó mucho, que yo es ponerme delante una copita de vino y ya comienzo a "alegrarme" solo de olerla, conque imagínate beberme más de una...

    Aditu: Y tuvo suerte de que no acabé pidiéndole un autógrafo, que en aquellos tiempos yo era muy fan. ¡Hasta mi perro de entonces se llamaba Freddy!

    Renaissance: ¡No es que me pasen cosas raras! Es que de alguna forma me las apaño para "rarificar" las cosas que me pasan. Debe ser una maldición.

    Vale, la entrada para mañana ya está programada. Así que la he editado para incluir un audio de "Rascayú" (es que ya contiene dos vídeos muy molones y no quería sobrecargarla).

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