lunes, 3 de octubre de 2011

Los vecinos, esos seres adorables.

Hace mucho tiempo, cuando él era joven, a uno de mis tíos le ocurrió la segunda peor tragedia que le puede ocurrir a un hombre (exceptuando muertes de seres queridos, claro).

Comenzó a perder pelo.

El hombre se lo tomó muy mal. Se puso una gorra y nunca se la volvió a quitar. Llevaba gorra el día que conoció a mi tía, llevaba gorra en el bautizo de sus hijos, llevaba gorra por las tardes en su casa viendo la tele, y también por la mañana cuando se iba a trabajar. El resto de la familia comentaba maliciosamente que también llevaba la gorra cuando su señora esposa y él se iban a la cama.

Un día, Señorpadre le hizo el favor de su vida. Le mostró un recorte de periódico donde se hablaba de una novedosa técnica quirúrgica llamada "transplante de pelo".

Así que mi tío sacó todos o gran parte de sus ahorros, colocó a mis primos con su hermana, y mi tía y él se metieron en un Ford Fiesta blanco rumbo a Madrid.

La operación tuvo un éxito relativo. En efecto, se le transplantó el cabello, pero como lo habían tenido que sacar de su propia cabeza, más o menos a la altura de la nuca, y ya estaba empezando a ralear, los mechones le quedaron demasiado separados, haciendo un efecto bastante gracioso de muñeca de Famosa (alguien lo describió también como "plantación de chufas"). Pero no adelantemos acontecimientos.

Tal que esto.
Mis tíos regresaron a su casa. Casa que está situada en El Barrio. Que además de ser territorio "rosariero" tiene aún hoy la mayor concentración de cotillas, entrometidos y "maneguetes" por metro cuadrado de toda la ciudad. Y hace treinta años era aún peor.

Precisamente la más cotilla entre las cotillas era la vecina de enfrente de la casa de mis tíos. Intrigada la señora por el motivo por el cual mi tío llevaba la cabeza vendada, decidió hacer una expedición para averiguarlo.

Aun hoy, en El Barrio, durante el día se dejan las puertas de las casas abiertas, de modo que la visita en cuestión solo tiene que abrirla, gritar "Hola" o cualquier otra fórmula de saludo y pasar adelante.

Vecinacotilla omitió el segundo paso. No dijo "Ave María" hasta que estuvo en la entrada del comedor.

Pero mi tío fue más rápido. Raudo como una flecha corrió hacia la chimenea (afortunadamente apagada), se metió (literalmente) de cabeza en ella y fingió estar muy ocupado desatascándola.

Y estuvo "desatascando" la chimenea durante más de una hora, mientras la vecina cotilla trataba de sonsacar a mi tía, y le preguntaba de vez en cuando si se encontraba bien y si necesitaba ayuda para el desatasco. Hasta que la buena señora se rindió y volvió a su casa sin haber logrado averiguar qué ocurría con la cabeza de mi tío antes que nadie.

Finalmente, los médicos le quitaron las vendas y permitieron que mi tío exhibiese ante el mundo su no-tan-frondosa cabellera. Sin embargo, y a pesar de que cualquier ráfaga de viento que viniera en dirección contraria hacía que la cabellera entera se levantase formando una cresta estilo Centauri...

Más o menos como él.
...mi tío y su transplante fueron felices hasta el fin de sus días.

Esta entrada está dedicada a DelilahDeeDee, que mencionó algo sobre vecinos malignos en twitter y me recordó esta historia...


 

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