martes, 12 de junio de 2012

Lecturas electrónicas

Después de haberme quedado anonadada y acongojada con las historias de Bernie, estuve unos cuantos días "picoteando" en mi cacharrito en busca de algo que leer. Comencé un par de best-sellers de esos de misterios misteriosos, pero no son lo mío. Al tercer bostezo provocado por "La esmeralda de los Romanoff", dejé el engendro libro aparcado para toda la eternidad. Por mi, como si lo desguazan.

Me leí un relato de Poe, "Conversación con una momia", y llegué a la conclusión de que lo de don Edgardo no era el humor, ni siquiera el humor negro. Barajaba la idea de leerme algo alegre y ligero, como por ejemplo las obras completas de Lovecraft, cuando me encontré con un librito bastante simpático:

Los perros de la Morrigan, de Pat O'Shea.


Es una historia muy sencilla: un niño libera por error a un bicho muy maligno y para volver a encerrarlo tiene que encontrar una piedra manchada con la sangre de la Mórrigan, la antigua diosa de la guerra de Irlanda. Así que el niño y su hermana se meten en el Otro Mundo para buscar el pedrusco, con la ayuda de todos los antiguos héroes y dioses de las leyendas celtas, y teniendo que superar los obstáculos que les pondrá la Morrigan y sus malvadas hermanas (la Triple Diosa, ya sabéis cómo funciona). El libro está escrito con un estilo sencillo pero bonito, para niños pero sin tomarles por tontos. Y es bastante mejor que Harry Potter, por ejemplo. Con la gran ventaja de que es un solo libro, no una serie interminable. Por desgracia, está descatalogado y hay que buscarlo en librerías de viejo, o en ferias del libro antiguo (o en la biblioteca de mi ciudad, la que tiene libros, no la otra).

Saturnalia, de Lindsey Davis. Bueno, es una de Didio Falco. Si te gustan, te gustará esta. En esta ocasión, resulta que una sacerdotisa bárbara con la que un cuñado de Falco tuvo un lío en la cuarta novela de la serie, ha sido capturada para exhibirla en un triunfo. La señora se escapa dejando un cadáver tras ella, así que nuestro héroe tendrá que buscarla, descubrir quién mató al cadáver en cuestión, y al mismo tiempo evitar que la esposa del cuñado pecador pida el divorcio. Y todo esto mientras él y la adorable Helena organizan las fiestas de  Navidad Saturnales. Intriga y carcajadas aseguradas.

La importancia de llamarse Ernesto, de Óscar Wilde. Comedia de enredo que me sacó bastantes carcajadas, aunque creo que me reiría más si la viera representada (es lo que tiene el teatro). Un pequeño noble de pueblo se ha inventado un hermano crápula (el "Ernesto" del título) para poder escaparse periódicamente de su casa de campo e irse de juerga a Londres con la excusa de sacar al hermano en cuestión de algún lío. Cuando su mejor amigo se entera del truco, decide hacerse pasar por "Ernesto" para ligarse a la pupila de Jack (que es el verdadero nombre del héroe), y  hasta aquí puedo contar.

Crímenes ejemplares, de Max Aub. Microrrelatos de humor negrísimo y absurdo, presentados como declaraciones de asesinos ante la policía o los tribunales. Divertidísimo. Para muestra, uno: "Le maté porque era de Vinaroz".

Sin nombre, de Wilkie Collins. De este señor me gustó "La dama de blanco", pero no pude con "La piedra lunar". "Sin nombre" podría verse como una versión muy bestia de "Sentido y sensibilidad". Resulta que dos jovencitas, hijas de un hacendado, descubren al morir su padre y su madre con pocos días de diferencia que los progenitores en cuestión no estaban casados, y por tanto ellas no tienen derecho a la herencia (cosas de las leyes del siglo XIX). El heredero legal, un hermano de su padre con el que no se hablaba desde hacía muchos años, se niega a darles ni un duro y las echa de su casa. Mientras la hermana mayor se resigna, se coloca de institutriz y lleva una vida tranquila, la pequeña idea un complicado plan de venganza para recuperar su dinero. Curioso que el narrador se pasa toda la novela diciendo: "Sed buenas, niñas, no seáis como Magdalen", pero es la historia de ésta la que nos cuenta y no la de la hermana "buena". Collins es un genio manejando la intriga, y casi no se le nota el "deus ex machina" que nos cuela al final.

Anaconda, de Horacio Quiroga. Creía que ya había leído este cuento, pero resulta que el que yo leí es una especie de secuela de este. Trata de los problemas de unos científicos que intentan estudiar a las serpientes de la selva. Y no digo más que es cortito y hay que leerlo.

El hombre menguante, de Richard Matheson. No me gustó tanto como otros de Matheson, pero es un buen libro de ciencia-ficción. Lo mejor es cómo trata los problemas que le trae al protagonista su condición de "menguante" en su vida cotidiana y su relación con otras personas. Ahora a ver si me puedo conseguir la película, que hay ciertos aspectos que me inspira curiosidad ver cómo lo adaptaron.

Choque de reyes, de esecabrónconpintas... No es tan sorprendente como "Juego de tronos", ni tan emocionante como "Tormenta de espadas", pero no es un mal libro, y comparado con "Festín" y "Danza" gana mucho. Me sirvió para comprobar que la adaptación a la tele es más fiel de lo que muchos despistados piensan.

El buque fantasma, de Frederick Marryat. Un inocente chico holandés descubre a la muerte de su madre que su padre es el Holandés Errante. No, Van Gaal no, éste Holandés Errante. El chico jura desencantar a su padre, y se embarca para buscarle. La acción y las desgracias del pobre marinero se suceden sin parar (los pelos de punta cada vez que aparece EL buque, en serio). El libro ganaría mucho sin esa retórica tan decimonónica y esos diálogos tan teatrales que se gasta el autor. Como curiosidad, un fragmento de esta novela ("Una historia de las montañas Hartz") es un habitual de las antologías de relatos de terror.



Naturalmente, también he leído bastante en papel. Al final he decidido que los libros de Malaz no son para mí, en fin, no todo le puede gustar a todo el mundo. He leído mi ración de Mundodiscos y combino "El sueño de los dioses", de Javier Negrete (nota mental: escribir sobre Tramórea cuando los termine) con "Dança". Por cierto, cómo gana este libro bien traducido...

4 comentarios:

  1. Bueno, puede que Poe fuera uno de los padres de la novela policiaca y escribiera algunos de los mejores relatos del Siglo XIX, pero el humor no era lo suyo, no. Es un poco como cuando Lovecraft intentaba escribir algún relato en coña (como La dulce Emmengarde) y los que lo leemos a día de hoy nos quedamos con cara de "¿ein?"
    Y sí, está visto que hoy un libro infantil que no se convierta en una saga es toda una rareza.

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    1. Poe escribiendo un relato de humor es como Verdi componiendo una "ópera buffa". El hombre parecía creer que "humor" era igual a "escribo cualquier tontería que se me pase por la cabeza". Lo curioso es que cuando se le escapa alguna puntadita de humor negro en un "relato serio" (el horrible libro de caballerías de "La caída de la Casa Usher", por ejemplo), sí que le funciona.

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  2. Es que el pobrecito Poe tuvo una vida tan miserable que ni creo que supiera lo que era el humor. Los que supieron meterle humor a sus relatos fueron Roger Corman y Vincent Price en sus adaptaciones filmicas.

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    1. Jaja, no solo en sus películas. Hay un vídeo de Vincent Price recitando "El cuervo" de una forma tan exagerada y sobreactuada que te mueres de risa. Mira: http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=XXSbafnPsiU

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