jueves, 14 de febrero de 2013

Sir Terry y el amor.

Aunque Mundodisco es una obra principalmente cómica, en ella también hay espacio para los sentimientos románticos y esas pastelosidades que se supone que deben gustarnos a las chicas (personalmente, siento alergia por los corazoncitos rojos y los angelitos con obesidad mórbida, pero eso es porque soy una zorra insensible).

Este corazón sí que me gusta. Frito.

Lo cierto es que Sir Pterry es bastante romántico a su manera. Repasemos las parejas más destacadas de Mundodisco:

Mort e Ysabell



Mort es un chico torpe y despistado, lo que es un problema cuando el negocio de tu familia es el cultivo de uvas reanuales. Las uvas reanuales se cosechan un año antes de plantarlas, por lo que si te despistas y no las plantas el año que toca, puedes provocar una paradoja temporal. El padre de Mort, viendo que el chico no tiene futuro en el negocio, lo lleva a una feria en la que los artesanos buscan aprendices. El único artesano interesado en Mort es un señor muy alto montado en un caballo blanco y aficionado a las guadañas...

Pero LA MUERTE tiene un interés más que profesional en nuestro héroe. Porque resulta que Muerte tiene una hija adolescente (adoptada) en plena ebullición hormonal.

-He preguntado que cuántos años crees que tengo.
-¿Quince? -aventuró él.
-Dieciséis -gimió-. ¿Y sabes cuánto hace que tengo dieciséis?
-Lo siento, pero no te entien…
-No, claro que no. Nadie lo entendería.
Volvió a sonarse la nariz, y a pesar de que le temblaban mucho las manos, logró volver a meterse el pañuelo empapado en la manga.
-A ti te permiten salir -dijo-. No llevas aquí lo suficiente como para haberlo notado. ¿No te has dado cuenta de que aquí el tiempo está fijo? Ya, hay algo que pasa, pero no es tiempo de verdad. Ella no puede crear tiempo de verdad.
-Ah.
Cuando Ysabell volvió a hablar, lo hizo con la voz fina, cuidadosa y, sobre todo, valiente de quien ha logrado dominarse a pesar de circunstancias abrumadoras, pero que podría volver a venirse abajo en cualquier momento.
-Hace treinta y cinco años que tengo dieciséis.
-¿Qué?
-El primer año ya me costó lo suyo.

Hago constar que en "Mort", la editorial todavía no se había dado cuenta de que se supone que la Muerte es  en realidad "el" Muerte..

Claro, que las cosas no son tan fáciles. Para empezar, Mort se ha encaprichado de Keli, una princesa buenorra a la que ha salvado de un asesino provocando en el proceso graves daños en el tejido de la realidad, porque Keli debía morir para que la historia siguiera su curso... y si queréis saber cómo termina, leed el libro, cohone.

-Podríamos dar un paseo por el jardín -dijo, desesperado, y cuando hubo logrado endurecerse un poco, añadió-: Sin ningún tipo de obligaciones, claro.
-¿Quieres decir que no te casarás conmigo? -le preguntó ella.
-¿Casarme contigo? -inquirió Mort, horrorizado.
-¿Acaso mi madre no te ha traído aquí para eso? Al fin y al cabo, no necesita un aprendiz.
-¿Te refieres a todos esos codazos y guiños y comentarios como algún día, hijo mío, todo esto será tuyo? -preguntó Mort-. Traté de no prestarles atención. Todavía no quiero casarme con nadie -añadió borrando una fugaz imagen mental de la princesa-. Y mucho menos contigo, y lo digo sin ánimo de ofender.
-No me casaría contigo aunque fueses el último hombre del Disco -le informó ella dulcemente.
-Podríamos tener una especie de relación odio-odio -sugirió Mort.

Claro que, al final, después de varias peripecias, acaba imperando el sentido común. O lo que Muerte considera sentido común.
-No pensábamos que vendrías -dijo hacia una maceta con helechos.
¿A LA BODA DE MI PROPIA HIJA? DE TODOS MODOS, ES LA PRIMERA VEZ QUE ME ENVÍAN UNA INVITACIÓN PARA ALGO. SI HASTA TENÍA LOS BORDES DORADOS Y PONÍA «CONFIRME ASISTENCIA» Y TODO.
-Sí, pero como no asististe a la ceremonia…
PENSÉ QUE QUIZÁ NO SERÍA DEL TODO APROPIADO.
-Ya, sí, me lo figuro…
PARA SER SINCERA, CREÍ QUE IBAS A CASARTE CON LA PRINCESA.
Mort se sonrojó y repuso:
-Lo discutimos. Y luego pensamos que por el simple hecho de haber rescatado a una princesa no había por qué precipitarse.
MUY SENSATO. SON DEMASIADAS LAS JÓVENES QUE SE LANZAN A LOS BRAZOS DEL PRIMER MUCHACHO QUE LAS DESPIERTA DESPUÉS DE UN SUEÑO DE CIEN AÑOS, POR EJEMPLO.
-En fin, que pensamos que después de todo, cuando llegara a conocer a fondo a Ysabell, bueno que…
Sí, SÍ, DE ESO ESTOY SEGURA. EXCELENTE DECISIÓN. SIN EMBARGO, HE DECIDIDO NO INTERESARME MÁS EN LOS ASUNTOS HUMANOS.
-¿De veras?
SALVO POR MOTIVOS OFICIALES, CLARO ESTÁ. ME NUBLABA EL JUICIO.


Zanahoria Fundidordehierrosson y Angua von Überwald


Zanahoria fue encontrado gateando en una cuneta por el Ingeniero Jefe de los enanos de una mina de Lancre. Creció pensando que era enano a pesar de evidencias como golpearse con la cabeza en el techo de la mina (en sus propias palabras: "si hay humanos bajitos, ¿por qué no puede haber enanos altos?"), y se enamoró de una chica enana, Mindy Machacarrocas, de los Machacarrocas de toda la vida. Pero la familia Machacarrocas, los muy racistas, no aprobaban la relación, así que el padre adoptivo de Zanahoria le envió a Ankh Morpork para que se integrara en el mundo humano, concretamente en la Guardia Nocturna.

Una de las partes más divertidas de "¡Guardias, Guardias!" es ver, a través de las cartas que le escribe a su familia, cómo Zanahoria se va olvidando de Mindy (desde el "dadle muchos recuerdos a Mindy, la echo mucho de menos, de verdad" hasta ni siquiera mencionarla, pasando por "¿habéis visto a Minty últimamente?"), a lo que contribuye bastante el que Reet, una damisela de afecto negociable, le instale en una habitación de la casa de la Señora Palma como muestra de agradecimiento por haberla salvado de unos atracadores el mismo día de su llegada a Ankh Morpork (y a lo mejor, un poco obnubilada por el tamaño de su "protector", ejem ejem).

Angua forma parte del revolucionario plan del Patricio para modernizar la Guardia Nocturna convirtiéndola en un cuerpo abierto a todas las formas de vida del Mundodisco: vampiros, trolls, zombies, enanos, feegles... y chicas con un ligero problema de licantropía.

Fuente
La guardia interina Angua había dominado el saludo al primer intento. Aún no disponía de un uniforme completo y no contaría con él hasta que alguien hubiera llevado una coraza al viejo Remitt el armero y le hubiera dicho que le diera dos buenos golpes con el martillo exactamente aquí y aquí. Aparte de eso, ningún casco en el mundo cubriría toda aquella masa de cabellos color rubio ceniza. Pero entonces a Zanahoria se le ocurrió pensar que en realidad la guardia interina Angua no iba a necesitar nada de todo aquello. La gente haría cola para que ella les arrestara.

Naturalmente, las cosas tampoco son fáciles para un humano criado por enanos y una licántropa. Más aún cuando el pequeño Gaspode, el Perro Maravilla, también se ha encaprichado de la chica. Pero Zanahoria es un buen tipo, y está buenorro...
—Espero que usted y la, ejem, agente Angua se estarán llevando bien.
—Hemos llegado a un grado de Entendimiento Mutuo muy elevado, señor. Habrá pequeñas dificultades, claro está —dijo Zanahoria—, pero, puestos a ver el lado positivo de las cosas, ahora tengo a alguien que siempre está dispuesta a dar un paseo por la ciudad.

Además, Zanahoria supera con nota la asignatura más difícil: conocer a la familia política, que incluye un buen par de psicópatas...
— ¡Zanahoria! Tengo que saber una cosa.
— ¿Sí?
—Me podría pasar a mí. ¿Lo has pensado alguna vez? Era mi hermano, después de todo. Siendo dos cosas al mismo tiempo, y nunca siendo una de completa… no somos las criaturas más estables que hay.
—El oro y el barro salen de la misma mina —dijo Zanahoria.
— ¡Eso es sólo un proverbio enano!
—Pero es verdad. Tú no eres él.
—Bueno, ¿y si ocurriera… si ocurriera… ¿harías lo mismo que hizo Vimes? ¿Zanahoria? ¿Serías tú el que cogería un arma y vendría a por mí? Sé que no mentirás. Tengo que saberlo. ¿Serías tú?
Un poco de nieve cayó de los árboles. Los lobos observaron. Zanahoria levantó la mirada un momento hacia el cielo gris y luego asintió.
—Sí.
Ella suspiró.
— ¿Lo prometes? —preguntó.


Magrat Ajostiernos y Verence de Lancre.

Fuente.
Magrat Ajostiernos es la más joven de las Brujas de Lancre, y tiene que aguantar que todas sus compañeras de profesión la mangoneen. Aprendió el oficio con la Abuela Whemper, una bruja experimentadora que murió mientras investigaba qué ocurriría si le ibas arrancando una a una las cerdas de una escoba durante el vuelo, y tiene unas ciertas tendencias "new age" que no le hacen mucha gracia a Yaya Ceravieja, para la cual  la práctica de la brujería consiste simplemente en aplicar el sentido común.

Verence es el bufón de la corte. Un bufón nada vocacional, que está en el oficio porque su padre y su abuelo ya lo estaban, pero que en realidad es un chico serio y responsable.

La pareja se conoce en "Brujerías", donde colaboran a su manera en el derrocamiento del malvado Felmet, que no solo ha asesinado al anterior rey sino que encima pretende que las brujas paguen impuestos. 

A diferencia de los magos, que deben ser célibes, las brujas pueden hacer lo que quieran con su vida "sexymental", con lo cual el único obstáculo en la relación de Verence y Magrat es la incurable timidez de los dos tortolitos.
Titubeó, pasando los dedos por el musgo que cubría la piedra. Antes de marcharse de la ciudad, había pedido a Hwel algunas frases adecuadas para decírselas a una joven, y las había memorizado durante el camino de vuelta. Era ahora o nunca.
-Me gustaría saber si puedo compararte con un día de verano. Porque... bueno, el 12 de junio fue muy bonito y... Oh. Te has ido.
Aquí no sé si han metido la pata Sir Pterry o la traductora, porque técnicamente, el 12 de junio todavía es primavera, pero dejémoslo correr...



El bufón se había estado acercando milímetro a milímetro.
—Si te beso -añadió con cautela—, ¿me convertiré en rana?
Magrat se miró los pies de nuevo. Se escondieron bajo su vestido, avergonzados de ser objeto de tanta atención.
Casi podía ver las sombras de Gytha Ogg y Esme Ceravieja a ambos lados de ella. El espectro de Yaya la miraba. Una bruja domina todas las situaciones, decía. Sobre todo éstas, añadía la visión de Tata Ogg, al tiempo que le hacía un breve gesto lleno de sonrisas y movimiento de brazos.
-Tendremos que comprobarlo -dijo.
Estaba destinado a ser el beso más impresionante de la historia de los besos.
El beso duró más de quince años.
Eso no lo soportan ni las ranas.

Tras los acontecimientos de "Brujerías", Yaya, Tata y Magrat se van a Genua a solucionar un pequeño asunto con un hada madrina que le había hecho al destino una oferta que no podía rechazar. La relación de Magrat con Verence, convertido en rey de Lancre por obra de las brujas,  está en la cuerda floja, porque ella tiene sus dudas y, para asombro de las demás brujas, no quiere "ser un objeto sexual".
-¡Pero si Magrat nunca ha sido un objeto sexual!
-Puedo decir con orgullo que ni siquiera sé lo que es un objeto sexual.- dijo Yaya.
Pero al regresar de su viaje, le espera una pequeña sorpresa:
 Por cierto, he empezado a preparar la boda para el día del Solsticio de Verano. Pensé que te gustaría.
La boca de Magrat formó una O.
—Podríamos trasladarla a otra fecha, por supuesto, pero no mucho más allá debido a la cosecha—dijo Verence.
»Ya he mandado unas cuantas invitaciones, a la gente más obvia —dijo Verence.
»Y he pensado que sería una buena idea organizar alguna clase de feria o festival un poco antes de la boda —dijo Verence.
»He pedido a Boggi's de Ankh-Morporkh que nos envíen a su mejor modista con una selección de telas, y una de las criadas es más o menos de tu talla, y creo que quedarás muy satisfecha con los resultados —dijo Verence.
»Y el señor Fundidordehierroson, el enano, bajó de la montaña especialmente para hacer la corona —dijo Verence.
»Y mi hermano y los hombres del señor Vitoller no podrán venir porque al parecer están haciendo una gira por Klatch, pero Hwel el dramaturgo ha escrito una obra especial para entretener a los asistentes a la boda.  Me ha asegurado que ni siquiera unos rústicos podrán desmerecerla —dijo Verence.
»Bueno, entonces estamos de acuerdo, ¿no? —dijo Verence.
Finalmente, la voz de Magrat regresó de algún lejano apogeo, un poco enronquecida.
— ¿Y no se supone que antes debes pedirme que me case contigo? —quiso saber.
— ¿Qué? Ejem. Pues no, en realidad no —dijo Verence—. Los reyes nunca piden. Lo he leído en los libros. Verás, yo soy el rey, y tú eres, sin ánimo de ofender, una súbdita. No tengo que pedírtelo.
Y si queréis ver lo que pasa luego, tendréis que leer "Lores y damas". Se siente...


Sam Vimes y Sybil Ramkin.

No puedo evitarlo, este par son mis preferidos. Sam es el capitán de la Guardia Nocturna de Ankh Morpork, un cuarentón algo amargado demasiado aficionado al Viejo AbrazodeOso. Se rumorea que uno de sus antepasados fue quien mató al último rey de Ankh Morpork.


Sybil es un solterona de "taytantos", autora del famoso libro Enfermedades de los dragones y la última de una rancia estirpe de aristócratas que "nunca han muerto en sus camas", aunque "algunos murieron en camas ajenas". Cuando un dragón comienza a matar gente en Ankh Morpork, la Guardia no tiene más remedio que acudir a ella para que les asesore como experta en la materia. Su primer encuentro con Sam no puede ser más desafortunado, con una frase que debería ser mítica:
¿Sabe algo sobre apareamiento?
Fuente.
Y lo siguiente no lo arregla:
Vimes se vio agarrado por un brazo y arrastrado hacia el interior del cobertizo. La pesada puerta se cerró tras él con un sonido intimidante.
—Se trata de lord Montealegre Escamagarra ígneo III de Ankh —dijo la aparición, que vestía una armadura protectora de aspecto terrible—. La verdad, no creo que el pobre pueda levantarse.
—¿No podrá? —dijo Vimes débilmente.
—Se necesitan dos personas.
—Claro, claro —susurró el capitán, cuyos omoplatos intentaban abrirse camino a través de la verja.
—¿Puede ayudarme? —retumbó la voz de la cosa.
—¿Qué?
—Vamos, hombre, no sea cobardica. Sólo tiene que levantarlo. Yo haré el trabajo difícil. Sé que parece una crueldad, pero si no lo hace esta noche, morirá. La supervivencia de los más aptos y todo eso, ya sabe.
El capitán Vimes consiguió controlar sus nervios. Evidentemente, estaba en presencia de una ninfómana, hasta donde se podía intuir su género con tan extraño atuendo, que planeaba un asesinato. Si no era una hembra, lo de «yo haré el trabajo difícil» sugería imágenes que le costaría mucho olvidar. Sabía que los ricos hacían las cosas de manera diferente, pero aquello era ir demasiado lejos.
—Señora —dijo fríamente—, soy un oficial de la Guardia, y debo advertirle de que las acciones que está sugiriendo contravienen las leyes de la ciudad. —Y las de muchos de los dioses más escrupulosos, añadió para sus adentros—. Por tanto, le ordeno que libere inmediatamente a su señoría, sin causarle daño alguno...
La figura lo miró con asombro.
—¿Por qué? —preguntó—. Estamos hablando de mi dragón.
Sybil es una dama decidida que en cuanto ve al bueno de Vimes decide que tiene que ir "pa la saca". Es comprensible, ¿como no adorar a alguien capaz de hacer esto?:

—Éste es lord Montealegre Colmilloveloz Inverno-cuarento IV, el dragón más fogoso de la ciudad. Os puede achicharrar las cabezas hasta el cráneo.
El capitán Vimes salió cojeando de entre las sombras.
Llevaba firmemente sujeto bajo un brazo a un dragoncito dorado, muerto de miedo. Con la otra mano lo sujetaba por la cola.
Los hombres lo miraron, hipnotizados.
—Ya sé lo que estáis pensando —siguió Vimes con voz amable—. Os preguntaréis si, después de tantas emociones, aún le queda fuego suficiente. Pues la verdad, yo tampoco estoy muy seguro...
Se inclinó hacia adelante y los miró por entre las orejas del dragón. Su voz era como una navaja afilada.
—Lo que debéis preguntaros a vosotros mismos es: ¿Me acompaña hoy la suerte?
Todos retrocedieron ante su avance.
—¿No respondéis nada? —insistió—. ¿Os acompaña hoy la suerte?
Durante unos instantes, lo único que se oyó fue el ruido del estómago de lord Montealegre Colmilloveloz Invernocuarento IV, el ominoso ronroneo del combustible acumulándose en las recámaras ígneas.
—Oye, mira, eh... —tartamudeó el jefe, sin poder despegar la vista de la cabeza del dragón—. No hay necesidad de que nos pongamos tan...
—La verdad es que es posible que él decida lanzar llamas por su cuenta —siguió Vimes—. A veces no pueden evitarlo, sobre todo si se les acumulan dentro. Y eso sucede cuando están nerviosos. Tengo la sensación de que los habéis puesto muy nerviosos.
El dirigente de la turba hizo lo que esperaba fuera un gesto vagamente conciliador. Por desgracia, lo hizo con la mano con la que sostenía un cuchillo.
—Suelta eso —le advirtió Vimes—, o no lo contarás.
El cuchillo se estrelló contra las losas. Se oyeron pasos apresurados en las últimas filas, y de repente un buen número de hombres estaban metafóricamente lejos y no sabían nada de aquello.
—Pero antes de que los demás buenos ciudadanos se dispersen tranquilamente y vuelvan a ocuparse de sus asuntos —dijo el capitán—, os sugiero que miréis bien a estos dragones. ¿Os parece que alguno de ellos mide veinte metros de largo? ¿Creéis que tienen treinta metros de envergadura de alas? ¿Qué grado de temperatura debe de alcanzar su fuego?
—No sé —respondió el jefe.
Vimes alzó ligeramente la cabeza del dragón. El jefe cerró los ojos.
—No sé, señor —se corrigió.
—¿Queréis averiguarlo?
El jefe sacudió la cabeza. Pese al miedo, encontró de nuevo la voz.
—¿Quién eres tú? —preguntó. Vimes se irguió.
—El capitán Vimes, de la Guardia de la Ciudad —dijo.
La afirmación fue acogida con un silencio casi absoluto. La única excepción fue la voz alegre, al fondo de la multitud, que dijo:
—De la Guardia Nocturna, ¿no?
Vimes miró hacia abajo, más allá de su camisa de dormir. Con las prisas por salir del lecho de enfermo, se había puesto apresuradamente un par de zapatillas de lady Ramkin. Por primera vez, se dio cuenta de que estaban adornadas con pompones rosas.

Aprended, Gorkans de la vida, eso es un hombre.

Y uno que sabe lo que le conviene, como cualquier chico criado en las calles de Ankh Morpork:

Y entonces, de repente, Vimes se dio cuenta de- que-, en su categoría especial, era hermosa; se trataba de la misma categoría especial a la que pertenecían todas las mujeres que se habían tomado la molestia de sonreírle. Ella no podía hacerlo peor, pero claro, él no podía hacerlo mejor. Quizá hubiera una especie de equilibrio. Ya no era joven, pero ¿acaso era joven él? Y tenía clase, dinero, sentido común y seguridad en sí misma, todas las cosas de las que él carecía. Y ella le había abierto su corazón: si se lo permitía, lo podría envolver con él. Aquella mujer era una ciudad.
Al final, bajo asedio, uno acababa por hacer lo que siempre había hecho Ankh-Morpork: abrir las puertas, dejar entrar a los invasores e integrarse con ellos.
¿Por dónde empezar? La dama parecía esperar algo.
Vimes se encogió de hombros, cogió la copa de vino y buscó una frase adecuada.
—Va por ti, nena —fue lo primero que se le ocurrió.


Vale, no es que sea el tipo más romántico del mundo, pero es un tipo del que sabes que llegará a casa todas las noches a tiempo para leerle al peque "¿Dónde está mi vaca?" y no roncará demasiado fuerte en la Ópera. ¿qué más se le puede pedir a un morporkiano?

5 comentarios:

  1. Terry Pratchett es el maestro del humor...y del romanticismo con sentido común.

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    Respuestas
    1. ¡Uy, en "Snuff" Vimes les echa un discurso a unas hermanas Dashwood de pacotilla que dan ganas de levantarse y aplaudir! Las relaciones de Pratchett son muy divertidas, y eso que aún me he olvidado de Cohen y Bethan, o de Nijel y Conina la Peluquera Bárbara...

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  2. Yo soy una romántica, pero no me gustan las salamerías. Estas parejas me han encantado, y me han hecho reir a mares=)

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  3. Hasta en el amor Ser Terry es novedoso, y comparado con las cursilerías o incoherencias de muchos romances de la fantasía modernas , estas relaciones se ven creibles y promisorias.

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  4. yo estoy enamorada de Vimes!! envidio a Sybil y quiero uno como él pa mi <3 <3 <3

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