lunes, 21 de junio de 2010

Aracne en acción

Según Ovidio, Virgilio y Plinio, Aracne era una tejedora que vivía en la antigua Grecia. Tejía muy, muy bien, y se hizo tan famosa que se le subió a la cabeza y cometió el peor pecado que puede cometer cualquier persona en cualquier religión de cualquier época: el orgullo.

Porque, según la mitología (no creo que en la vida real fuera así) en la antigua Grecia (que es de lo que tratamos ahora), se te podía ir la olla y matar a toda tu familia, y solo tenías que ir al oráculo más cercano a purificarte y que te impusieran una penitencia y ya estabas limpio hasta para la justicia "civil". Pero como se te ocurriese decir, por ejemplo, "mi hija está más buena que Afrodita", ya podías sentarte a esperar al primer monstruo marino que pasara por allí con un poco de hambre.

Volviendo a Aracne, pues eso, que a la chica se le ocurrió proclamar que tejía mejor que cualquier otra tejedora del mundo, ¡qué del mundo, del universo! ¡Mejor que la propia Minerva! (en Grecia la llamaban Atenea, pero recordad que esto lo escribieron los romanos).

Naturalmente, Minerva se cabreó y quiso darle un escarmiento. Pero como era la más sensata de las diosas, nacida directamente de la cabeza de Júpiter con el aspecto de una chica de veinte años, vestida y armada (¡eso es un tumor y lo demás son tonterías!) primero decidió ponerla a prueba.

Hicieron un concurso de tejido. Y Aracne, para chinchar, eligió como tema las múltiples infidelidades de Júpiter con todo ser vivo que se le pusiera por delante (para eterna desazón de su señora Juno, el dios del trueno nunca fue muy selectivo). Minerva, que nunca había terminado de superar su complejo de Electra, se cabreó y le dio de husazos en la cabeza a Aracne hasta que la tejedora salió corriendo, arrepentida, presa de enorme berrinche, y se ahorcó.

Minerva, que se dio cuenta de que se había pasado dos pueblos, vamos, que "la ralla era un punto para ella", la convirtió en araña.

¿Y a qué viene este rollo mitológico? Pues que ayer por la tarde, paseando por el campo, pillé a una de sus descendientes en acción. Mirad qué preciosidad.


Por cierto, en contra de lo que piensa mucha gente, las arañas no son insectos, sino, como su nombre indica, arácnidos. Se distinguen, entre otras cosas (como tener quelíceros en lugar de antenas), por el número de sus patas (los insectos seis, los arácnidos ocho). Aunque todo son artrópodos (o, en lenguaje vulgar, bichos).

Hasta la próxima entrada. ¡No seáis buenos!

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