lunes, 13 de febrero de 2012

El aroma de los libros electrónicos

Creo que a estas alturas no es un secreto que me gusta leer. Cualquier cosa. Si tiene letras, lo leo. He leído etiquetas de champú, la colección Harlequín de mi prima, un verano en el que no tenía otra cosa a mano, e incluso una vez en un ataque de desesperación intenté leer un libro de Robert E. Howard en alemán. Antes de que lo preguntéis, no, no sé alemán (aunque podría cantaros un par de lieder de Schubert).

Una vez en el instituto nos preguntaron cuántos libros teníamos en casa. No supe contestar. Para mí, los libros no eran una cosa que se contara. Eran (son) simplemente algo que servía (sirve) para leer.

Mi procedimiento para conseguir la droga libros es el siguiente (supongo que parecido al de otros aficionados): ir a la librería, guiarme por si me atrae el género, si me gusta el autor, o si me atrae de alguna manera el argumento del libro (si no conozco al autor). Leer algún fragmento a ver si me gusta el estilo.

Observaréis que hay algo que no hago. Y que últimamente parece que hace todo el mundo.

Efectivamente. Nunca se me ha ocurrido oler los libros, igual que nunca se me ocurrió contarlos. Para mí un libro es algo que se lee, o se mira. Igual es que Señorpadre tiene razón y el abuso de Vicks Spray Nasal en mi infancia me atrofió el sentido del olfato, pero hasta que aparecieron los libros electrónicos y con ellos un montón de gente diciendo que les gustaba, nunca se me ocurrió que los libros tuvieran olor.

No me malinterpretéis: no me he vuelto de repente anti-formato libro. De hecho, los sigo comprando. El libro en formato papel tiene todavía ventajas que el electrónico no. A saber:
  • No se rompe al caerse al suelo. Bueno, mi cacharrito aún no se ha roto por eso, pero uno de mis mp4 sí lo hizo, así que supongo que un lector de libros electrónicos también se podría jorobar con una mala caída. Vale, hay libros que se desencuadernan, pero eso se puede arreglar con pegamento.
  • No se le acaba la batería. Aunque eso no significa que no sea electro-dependiente, que una fuente externa de luz sigue siendo necesaria para utilizarlo.
  • Si se moja, no le pasa nada. Lo pones a secar, y será un poco más incómodo de leer, pero podrás seguir leyéndolo.
  • Queda mejor regalar un objeto que un archivo de texto.
  • Son en color.
  • Puedes guardar cosas entre las páginas (postales, el billete del tren para tenerlo a mano cuando te lo pida el revisor, sobres con dinero negro...)
Por su parte, los libros electrónicos también tienen sus ventajas: ocupan poco espacio físico, el cacharrito pesa poco y puedes aumentar el tamaño de letra para que te resulte más cómodo leer, no se desencuadernan y son una buena excusa para no prestar libros a nadie, que luego son casi irrecuperables (dice un refrán que prestar los libros es de tontos, y devolverlos de más tontos aún). Y luego está una ventaja que puede que solo les encuentre yo, y es que te impiden "autospoilearte".

Comprendo a quien los lectores de libros electrónicos les parecen caros.  Respeto a los que simplemente no son aficionados a las nuevas tecnologías, o a los que esperan a ver si la cosa triunfa o no para apuntarse (yo misma esperé bastante a tener DVD, y la alta definición y el 3D no acaban de convencerme), y a los que aman los libros como objeto hermoso coleccionable. Pero tanta gente que de repente ha descubierto, no solo que los libros huelen, sino además que es un olor más embriagador que el de una bodega y más delicioso que el de una panadería a primera hora de la mañana, me resulta sospechosa. Sospechosa, entre otras cosas, de amar más los libros que la lectura. Y de considerarse intelectualmente superiores a la gente como yo, que a falta de otra cosa es capaz de ponerse a leer los horarios de autobuses de líneas que posiblemente nunca vaya a utilizar.

En resumen, que cada uno lea lo que quiera y en el formato que quiera. Pero, por favor, no me restreguéis por las narices el olor de los libros...

Actualizo: Acabo de enterarme de esto. Esnifalibros, sois un hatajo de necrófilos. *Risa malvada y fundido en negro*

6 comentarios:

  1. Yo jamás he olido un libro para ver si me lo compraba o no, pero algunos libros si tienen un olor característico. Seguramente sea el del pegamento de la tapa y por eso me gusta jajaja

    Me encanta leer, y adoro los libros. Pero tengo que reconocerle las ventajas al Kindle que me regalaron por Reyes, como por ejemplo leer El Señor de los Anillos sin que se me dislocaran los hombros al trasportarlo dentro de la mochila para leer en el bus, o que haciendo un click en Amazon ya puedo leer el libro en mi casa :)

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    1. O poder leer "Juego de tronos" con una sola mano mientras con la otra te agarras a la barra del bus y cuatro personas por banda te estrujan a conciencia. Eso no se puede hacer con un libro en papel.

      Y definitivamente, se ve que Señorpadre tiene razón y yo no tengo olfato.

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  2. Una cosa está clara: si te gusta leer, sea lo que sea, acabarás teniendo un libro electrónico, y amortizándolo.

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    1. ¡Y tanto! Y más si eres como yo, que ya tenía copias electrónicas de muchos libros comprados en papel antes de que me contaran que existen esos cacharritos...

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  3. Totalmente de acuerdo con Renaissance :) yo ya he encargado el mío, si no pasa nada en dos semanas está aquí conmigo ^^

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  4. A mí me encanta leer también, y reconozco que también me gusta en cierta medida acumular libros, pero ¿oler libros? No, eso no, y además en un sitio como la Fnac no tiene mucho sentido, por decir un ejemplo.
    También tengo un lector electrónico, lo considero una de mis mejores compras. Y es verdad! Yo también acumulaba ebooks sin saber que iba a tener un cacharrito de estos. ¿Recuerdas Pidetulibro?

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