viernes, 15 de marzo de 2019

Mi Ferrari y otras gloriosas hazañas deportivas

La vida sana es fácil cuando te la ponen fácil.

En mis anteriores domicilios, ir en bicicleta era para valientes. Solo en los últimos tiempos se están tomando en serio los ayuntamientos hacer carriles bici o habilitar calles para que se pueda ir en bici sin la congoja de temer que un coche se te lleve por delante. Pero en Benicasim tengo el carril bici al lado de casa. Así que decidí aprovecharlo.

Mi bici de montaña era un ejemplar baratillo del Decathlon. En uno de los paseos, perdí un pedal. Y las marchas no entraban más que a golpes. Así que, ya que Señorpadre no puede ir en bici, me apropié de la suya.

Craso error. La bici de Señorpadre va como la seda, y las marchas entran con solo rozar el cambio, pero tiene un gran inconveniente.

La barra del cuadro.

No es fácil montarte en una bici cuando tienes que levantar la pierna cual bailarina de can-can para poder poner el culo en el asiento (el cual por cierto, te acaba adormeciendo la rabadilla y alrededores en cuanto llevas media hora montada, a pesar del sillín de gel). Y si encima, la barra te impide poner bien los pies en el suelo en caso de necesidad, pues el accidente está casi asegurado.

Después de tres tortazos bastante humillantes, decidí que quería una bici nueva.

Y ya, puestos, que quería una bici eléctrica.

Así que, tras arduas labores de investigación en internet y varias docenas de viajes a la tienda, acabe gastándome la extra de Navidad en mi Ferrari (iba a llamarla Merche, pero no es alemana):



En realidad, la mía es color crema, pero aparte de eso es exactamente igual.

No es fácil explicar cómo funciona una bici eléctrica, hay que probrarla. No os creáis que es como una moto. Se pedalea igual que en cualquier otra bici, solo que de vez en cuando el motor te ayuda. Una buena combinación de marchas y potencia de motor te hace el pedaleo mucho más fácil.

Según el fabricante, tiene una autonomía de 80 km sin forzarla mucho. No lo he comprobado aún. Yo la cargo todos los domingos para tenerla en forma para el lunes, supongo que este verano cuando le dé más caña tendré que cargarla más a menudo.

Ventajas, pues un montón. De momento, me siento más segura con ella que con la de montaña. El motor te ayuda a arrancar con más facilidad cuando has tenido que pararte en un semáforo. Y el hecho de que sea una bici de paseo, con la barra baja, facilita los frenazos en seco. Al ser más pesada, también es más estable y no me da tanto miedo coger una curva cerrada. El asiento es más ancho y no se clava en sitios delicados (ejem), aunque me temo que es tan duro como el de la otra (voy a tener que comprarme un asiento de gel para esta, que el de la otra lo he intentado y es demasiado pequeño). Y no tiene botellero para los paseos largos, creo que tendré que llevar la botella de agua en la bolsa de manillar.

Y, claro, tiene un inconveniente muy gordo: ¡crea adicción! Ya me lo advirtió el vendedor, y es cierto. Ahora no solo voy y vuelvo del trabajo en ella, sino también de las clases de inglés. Y al salir, en lugar de volver directamente a casa me doy un paseo de media hora. ¿Cómo he podido vivir sin ella?

Pero también os iba a hablar de otras hazañas deportivas. Porque resulta que el pasado verano me apunté a clases de taichi en el polideportivo municipal. Desgraciadamente, fui la única, así que acabé en clase de yoga.

Y resulta que le he cogido afición. Creía que iba a ser algo más tranquilo, pero el "saludo al sol" al estilo de mi profe es lo más parecido a un entrenamieno de los marines que he visto fuera de una película. Toda una combinación de pinzas, planchas, cobras, perros boca abajo y guerreros que hacen que te corra la gotita de sudor por la sien en pleno invierno. Y eso es solo el calentamiento.



El yoga consiste más que nada en estiramientos y en ejercicios de fuerza con tu propio peso, solo que los nombres de los ejercicios se dicen en hindú. Se le da mucha importancia a coordinar el ritmo de los movimientos con el de la respiración, y por suerte al final suele haber diez minutos de relajación. Al día siguiente, tienes agujetas, pero se puede vivir con ellas (no como con las agujetas del GAP, que me hacían desear no tener músculos).

No se me dan nada bien las posturas de equilibrio, y algunas de flexibilidad aún me cuestan, pero teniendo en cuenta que soy una señora mayor con sobrepeso y poca práctica, creo que no lo estoy haciendo nada mal. Y encima me divierto. Y no hago siesta. Y como hay tanta postura boca abajo, tengo que comer pronto y ligero, así que todo son ventajas.

No me voy a volver cachas de aquí al verano, pero que me quiten lo bailao.

PD: Nunca creí que diría esto, pero... ¡Que le den a "Juego de Tronos"! ¡Este año se estrena "Buenos Presagios"! ¡El fin del mundo se acerca! ¡El próximo sábado a la hora del té! ¡Non compredes Betamaqs!

 

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