lunes, 20 de julio de 2015

Mala pata

Hola, lectores (si es que me queda alguno, ¿son grillos eso que oigo? ). No tengo remedio, cada vez me hago el propósito de actualizar esto más a menudo, pero la vida real acaba conmigo.

En fin, que pensaba actualizar algo durante estas vacaciones, pero Señorpadre tenía otros planes.

Se ha comprado un triciclo.

Tal que así, pero en azul:

Fuente


Conducir un triciclo no es difícil, cuando consigues meterte en la cabeza que no es una bicicleta y que no tienes que saltar del asiento al suelo cada vez que frenas, y que se conduce con el manillar y no con todo tu cuerpo, y que el maldito trasto ocupa todo el carril, así que Señorpadre se ha entusiasmado utilizándolo. Y allí íbamos los dos por las tardes por el carril bici del Paseo Marítimo, él delante con el triciclo y yo siguiéndolo en la bici de montaña, y nos estábamos poniendo los dos supercachas y morenazos. Imaginaos, un día hasta nos hicimos la Vía Verde.

Y así hemos pasado mis vacaciones, hasta que un día saqué a pasear a Keko. Él se subió a una isleta ajardinada y comenzó a hacer la "danza de la caca". Yo subí bolsita en mano en plan buena ciudadana. Tras comprobar que era una falsa alarma, di un pasito atrás creyendo que el bordillo estaba más lejos de lo que estaba y... 

Está la caída del Imperio Romano, y luego están mis caídas. El "catacroker" asustó a varios turistas que me ayudaron a levantarme. Y entonces miré mi pie.

El tobillo había doblado su tamaño. O más. Era un bulto enorme, feísimo. Intenté mover los dedos. Al menos no estaba roto. Así que cogí la correa de Keko y volví cojeando a casa.

-Vámonos a Urgencias. - le dije a Señorpadre.

-¿No estás exagerando?

-Que nos vayamos a Urgencias, cojones.

Llegamos a Urgencias. Por suerte, no había nadie más.

-Menudo esguince. - dijo la doctora de guardia.

Y procedió a ponerme un vendaje bien apretado, recetarme ibuprofeno y decirme que reposo, pie en alto y que al día siguiente fuera a ver a mi médico a pedirle la baja.

Así que me he pasado pie en alto, sin saber cómo poner el culo para que no me molestase la espalda, intentando dormir boca arriba con un almohadón bajo los pies y tropezando con mi muleta cada vez que intentaba salir a dar una vuelta por los alrededores, como unos diez días.


En el lecho del dolor...


El viernes me dieron el alta. Yupi.

Al regresar al trabajo, uno de mis jefes me ha guardado los informes para mecanografíar ordenadamente en unas bonitas carpetillas anaranjadas. ¿No es adorable?

¿Y sabéis qué es más adorable aún? En el Reloj se habían olvidado de apuntar que estaba de baja y le debía 63 horas al Ayuntamiento. No gano para sustos.

Pero, ¿sabéis lo más "malapata" de todo lo que me ha ocurrido este verano? Keko me ha pillado la leishmania. Ni collar antipulgas, ni vacuna ni hostias. Un maldito flebotomo se las ha apañado para contagiar a mi perro.

Todo comenzó como una manchita blanca en la cabeza. De hecho, Señorpadre pensaba que se la hacía el propio Keko al sacudir las orejas. Pero un día a principios de verano...

-¡Este perro se está quedando calvo!

-¡Corramos al veterinario!

Tras palparlo cuidadosamente y no encontrar inflamación en los ganglios, la veterinaria diagnosticó dermatitis.

-¿Cada cuánto tiempo lo laváis?

- Unos quince días.

-Mal. Como mucho, una vez al mes.

-Es que huele...

-Cuanto más lo lavéis, peor olerá. Compradle estas vitaminas y volved en quince días.

Quince días después, Keko seguía calvo.

-Descartemos una alergia. Tomad estos antihistamínicos...

La caja se acabó y Keko seguía calvo. Y además, cada vez más chof.

-Vamos a hacerle un análisis de sangre, a ver... No tiene síntomas, pero he visto a "la bicha" ya en tantas formas...

Al lunes siguiente me confirmaron el diagnóstico. Keko no solo tiene leishmania, también tenía una anemia que no sé ni cómo se mantenía en pie, el pobre.

Fijaos en las orejitas y en lo alto de la cabeza.

Así que antes de comenzar con el tratamiento mata-bichos, le hemos estado dando vitaminas y antianémico. Siempre me sorprenderá lo fuertes que son los perros. El día que la iban a operar a vida o muerte para sacarle unos cuerpos extraños del intestino, mi Roji saltó de la mesa del veterinario, arrastrando con ella el gotero, para perseguir a un gato que había visto en la ventana. Keko solo necesitó una dosis de pastillas para pasar de plantita mustia a Demonio de Tasmania:


Claro que darle las pastillas no es nada fácil. Al principio utilizaba quesitos tipo Caserío. Conseguí engañarle durante tres días. Ahora no quiere ni oler un quesito aunque no esté "relleno". Con el jamón de york ha ocurrido lo mismo. No ha habido más remedio que metérselas en la garganta con mis propios deditos, y cada vez más adentro, porque el pequeño cabrón ha aprendido a escupirlas. Temo que llegue el día en que acabe metiéndoselas en el estómago y no pueda volver a sacar el brazo.

El lunes pasado comenzamos con las inyecciones. Sospecho que le ponen anfetas o algo así al antimoniato de meglumina, porque no veáis lo fiera que se pone después de pincharle. Eso sí, ha acabado haciéndolo Señorpadre porque a mi me da miedo hacerle daño.

Y esto es todo de momento. Seguiremos informando.



3 comentarios:

  1. oh!!!! vaya mala pata en todos los sentidos, espero que lo de tu baja lo arreglen y que tu pie vaya a mejor
    y bueno, mil mimis para los tres, mucho ánimo con la bicha, al menos el peque sigue animado ^^

    ResponderEliminar
  2. ¿Volviste cojeando a tu casa? Eres más valiente y recia que Brienne of Tarth. Yo me hubiera quedado chillando en el suelo hasta que me recogiera una grúa. NO, en serio, poechita, poechita. A D-s gracias no fue para peor, y que Keko no aprovecho tu caída para irse a recorrer el mundo. Espero que Keko se recupere tan rápido como tu y le crezca el pelito.

    ResponderEliminar

¡Dejadme un comentario o se os llevarán los Otros!

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...