martes, 7 de abril de 2015

Desventuras pascueras

He pasado un invierno cómodo y calentito durmiendo con un nórdico. Quede claro que al hablar de "nórdico" no me refiero a esto:



Ni tampoco a lo que estáis pensando, pedazo de pervertidos (más quisiera yo...). Me refiero a uno de esos edredones gruesos pero ligeros, de plumas o microfibra metidos en una funda. Y así, sin sábana ni nada, se estiran encima de la cama y te quedas la mar de cómoda.

Bien, el caso es que ha llegado la primavera y el edredón nórdico comienza a pesar. ¿Qué hacer con él? Lavarlo y guardarlo.

Primer problema: no cabe en la lavadora. Bueno, caber lo que se dice caber, sí que cabe, pero a presión. Y así no hay forma de que salga limpio.

Así que mi tía me sugirió que en lugar de lavarlo, lo dejara airearse en el tendedero. Y como en mis apartamentos no hay tendedero en el tejado, me tocó utilizar el de la cocina.

Abro la ventana, preparo las pinzas, saco el armatoste, lo pongo en un hilo, le pongo cuatro pinzas...

Y un soplo de viento arranca las pinzas y manda el edredón planeando no muy grácilmente al apartamento de abajo.

Donde, como es temporada baja, aún no hay inquilinos.

Imaginad mi grito en plan héroe de película de acción que acaba de descubrir que los malos han raptado a su chica, matado a su perro y quemado su Biblia.

¿Qué puede hacer una dama en estas circunstancias? Pues pedirle a su señor padre que le fabrique un anzuelo para pescar al edredón fugitivo.

Así que armada con el susodicho anzuelo atado a un grueso cordón, procedí a intentar la pesca.

Pero el mismo viento que había lanzado el edredón al tendedero de abajo, arrastraba el anzuelo de tal forma que no podía enganchar al fugitivo. A estas alturas el plan no era tanto pescarlo como echarlo al suelo y recogerlo de allí.

En efecto, tras sacudir varias veces los hilos, conseguí hacer caer el edredón... al tendedero del piso inferior. ¿Creíais que iba a ser tan fácil?

Así que solté más hilo. Tanto, que hilo y anzuelo cayeron... y quedaron enganchados en el tendedero de la primera planta.

¡Pero no hay que hacer dramas de cualquier cosa? Señorpadre construyó otro "pescaedredones", esta vez con un contrapeso para que no volara con tanta facilidad.

Viendo que no podía pescar el edredón por más que lo intenté, ya que cuantos más tirones le daba al susodicho y a los hilos del tendedero, más se enredaba, intenté al menos pescar el otro hilo con su anzuelo.

Lo cual fue advertido por la habitante del apartamento de la primera planta, que amablemente se ofreció a devolvérmelo. Aunque no pudo estirarse lo suficiente como para capturar al edredón rebelde de un tirón.

Mientras tanto, Señorpadre había conseguido que el edredón se desenredara, y estaba como tendido, aunque en tendedero ajeno. El posterior nuevo intento de recuperación terminó con el edredón hecho un gurruño en el tendedero de la primera planta, cuya dueña o se había ido a la playa o se había cansado de mi y no volvió a abrir la puerta, así que decidí insistir algo más tarde.

Y entonces, una milagrosa ráfaga de viento arrojó al rebelde al suelo, de donde logré recuperarlo sano y salvo aunque un poco arenoso. Lo tendí con tropecientas pinzas para que no volviera a fugarse y allí se quedó hasta el día siguiente. Actualmente reside en el canapé de mi cama, cómodamente embolsado. Si escapa de allí, le llamaré McGyver.

Eso ocurrió el domingo. Ayer, último día de mis vacaciones, decidimos dar un paseo con Keko por una playa cercana donde permiten perros.

Todo iba bien, Keko correteaba sin acercarse demasiado al agua, olfateaba hierbajos, saludaba a otros perros...

Hasta que Señorpadre se cansó y decidimos sentarnos un rato en una cabañita de observación de pájaros.

Keko salió a explorar.

Un rato después no había vuelto. Nos inquietamos y le llamamos. Volvió con cara de culpable.

-Este perro huele a caca. - dijo Señorpadre.

-Habrá pasado cerca de una...

Total, que cuando Keko volvió a desaparecer, Señorpadre se levantó y se acercó poco a poco.

-¡¡FILL DE P*T*!! -No creo que la frase necesite mucha traducción...

Resulta que Keko había decidido comerse la "mona de pascua" por su cuenta. Bajo una piedra había una enorme caca, evidentemente humana (los animales no se limpian con papel higiénico), y Keko había levantado la piedra y se estaba dando un banquete.

Es inevitable que los perros hagan eso, al menos Keko no se la restregó por el cuello como otros que he tenido. Pero eso no le salvó de que Señorpadre, muy enfadado con él, no le dejara subirse al regazo en toda la noche.

Y esto ha sido lo más destacado de mis vacaciones. Como para contarlo en una redacción del cole.

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